YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 28 de octubre de 2013

Oscar Iván Zuluaga: ¿Agregado o Candidato Presidencial?


Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo. www.laotratribuna1.blogspot.com


En una agitada y cuestionada jornada electoral, la convención del Uribe Centro Democrático (UCD) eligió a Oscar Iván Zuluaga como candidato presidencial. Horas después de la elección, se escuchan voces que señalan que el proceso de elección no fue del todo transparente.  

Lo cierto es que el gran derrotado fue Francisco Santos Calderón, de quien se pensaba que era el consentido de Álvaro Uribe. Al final, cuando se decidió que la elección sería a través del mecanismo de la convención, la balanza se inclinó por Oscar Iván Zuluaga. Más allá de las rencillas internas y de las dudas que al final exhibió Uribe sobre la ‘lealtad y la ‘disciplina’ de Francisco Santos, lo cierto es que menos de dos mil personas participaron de la jornada electoral de la recientemente creada micro empresa electoral.

Sin duda, un ejercicio político privado desde donde se pretende proponer al país una opción de poder que ideológica y políticamente no está anclada a un partido, sino a los intereses de un caudillo megalómano que quiere recuperar el poder presidencial, llevando a la Casa de Nariño (o de Nari) a quien de manera obediente obedezca sus órdenes y siga las recomendaciones de ese gran ‘barón’ electoral llamado Álvaro Uribe Vélez.

Los retos de Oscar Iván Zuluaga

De cara a las elecciones de 2014, el UCD buscará ‘recuperar el rumbo’, que no es otra cosa que imponer nuevamente las tesis con las que se montó un régimen de terror entre el 2002 y el 2010. No podemos olvidar que Uribe Vélez desmontó, en varios sectores, la institucionalidad estatal, reduciendo la función pública y las responsabilidades del Estado a sus opiniones, intereses y a sus particulares formas de entender la política y lo político. Desmontó, entre otras, la institucionalidad castrense, llevando, prácticamente, a que sectores de las fuerzas armadas cumplieran sus órdenes como si de tratara de un ejército privado. La frase ‘acábelos y por cuenta mía’, recoge el talante con el que Uribe manejó a un sector de las fuerza armadas. De igual manera, debilitó las instituciones ambientales y en general, la institucionalidad estatal, hasta lograr reducir el Estado a sus conveniencias y caprichos.

¿Paz o guerra?

Como una suerte de atavismo, cultural y político, Colombia nuevamente se polarizará entre la guerra y la paz. Los guerreristas y troperos estarán del lado de Oscar Iván Zuluaga y de las fuerzas que logre atraer el UCD; del otro lado, estarán quienes creen que poner fin al conflicto armado es posible, de allí que haya la necesidad de reelegir a Juan Manuel Santos Calderón, quien se atrevió, después de ocho años de intensa guerra interna, librada entre 2002 y 2010, a hablar de paz, y por esa vía, intentar frenar el derramamiento de sangre.

Así entonces, en 2014 los colombianos deberán elegir entre darle continuidad al proceso de paz que hoy se lleva a cabo entre el Gobierno de Santos y la cúpula de las Farc, o regresar al país  a las aciagas noches de una guerra degradada en la que mueren cada vez más civiles y en la que ofrendan la vida militares y guerrilleros pobres. Muy seguramente, si el hoy candidato del UCD conquista el poder presidencial en 2014, los ‘falsos positivos, las ‘chuzadas’ y en general, el desmonte del Estado Social de Derecho tendrán su ‘tercer tiempo’.

Pero digamos que el gran reto de Oscar Iván Zuluaga está en erigirse de verdad como un candidato presidencial que realmente ofrezca al país una opción de poder, más allá de los intereses de Álvaro Uribe Vélez, su ‘patrón’ político al que le debe lealtad y sumisión. Si Zuluaga decide seguir y a cumplir a pie juntillas las órdenes de Uribe Vélez, entonces jamás será un Candidato Presidencial, sino simplemente será el Agregado que el gran latifundista buscó poner en la Presidencia. Ese será el moño de una democracia débil, procedimental y hecha a la medida de ‘barones’ electorales a los que interesa mantener y naturalizar la debilidad del Estado[1] y de sus instituciones.

El contexto ayuda

La democracia colombiana es formal, procedimental y electoral. Sobre esa idea descansan problemas como una  empobrecida cultura política y una baja autoestima de millones de colombianos que han aceptado las condiciones de dominación y de exclusión de un régimen democrático hecho a la medida de unas élites de poder, que no han sido capaces de liderar un proyecto incluyente y profundamente respetuoso de la diversidad étnica y de la frágil biodiversidad que de forma rabiosa aún se mantiene a lo largo y ancho del territorio.

Una democracia que funciona más por la inercia electoral, que por el convencimiento ciudadano de que con ella misma es posible cambiar ese ethos que se ha naturalizado en el país, y que se caracteriza por ser profundamente  mafioso, clientelar y soportado en todo tipo de ejercicios de violencia simbólica y física.

Dentro de los graves problemas que exhibe la democracia colombiana aparecen la debilidad manifiesta de unos partidos políticos, convertidos cada vez más en una suerte de organizaciones que sirven exclusivamente para operacionalizar el clientelismo y la cooptación privada que de estas han logrado hacer poderosos actores económicos, que las usan como vehículo para privatizar el Estado y ponerlo al servicio de intereses empresariales, financieros e industriales, que jamás han tenido claro qué es eso de lo público.

Los partidos políticos tradicionales y las recientemente creadas empresas electorales (Cambio Radical, el Partido de la U, Progresistas y el Uribe Centro Democrático, entre otros) son la expresión clara de la privatización de lo público, de la política y por supuesto, de la democracia.

El vaciamiento ideológico de los partidos se logra desde el preciso momento en el que las ideas de lo que debe ser un Estado Social de Derecho, son remplazadas por las concepciones y aspiraciones de individuos y grupos de poder a los que no les interesa construir nación y mucho menos, forjar una sociedad que medianamente tenga claro que la política debe estar al servicio de las grandes mayorías, de lo colectivo y no al servicio de una élite que de tiempo atrás muestra su talante mezquino y profundamente antidemocrático.

De esta manera, las masas atomizadas asisten a espectáculos político-electorales en donde las grandes mayorías no tienen cabida. Y no tienen cabida únicamente por las exclusas que suelen poner la dirigencia de los partidos y de los movimientos políticos, sino por la baja autoestima que lleva a cientos de miles de colombianos a esperar el día de las elecciones para ‘negociar’ el voto por un plato de lentejas, una beca o un contrato por prestación de servicios.

El mesianismo y la presencia de ‘barones’ electorales son también expresiones de una débil democracia y de una cultura política que cada vez más  se sostiene en los negativos liderazgos de políticos, preparados para consolidar conciliábulos con los que claramente buscan penetrar y someter el Estado a sus intereses particulares o a los de una clase política y dirigente que hace rato tomó distancia de los problemas nacionales y el abordaje de asuntos colectivos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias profesor German por el artículo, su pluma en el tiempo son granos de arena a la construcción de la Colombia prospera, soberana, autodeterminante, justa y equitativa, el país de todos para todos



Luis