YO DIGO SÍ A LA PAZ

YO DIGO SÍ A LA PAZ

martes, 10 de diciembre de 2013

ORDÓÑEZ MALDONADO: EL INQUISIDOR AL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS INTERESES PRIVADOS

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Las actuaciones y decisiones, arbitrarias y desproporcionadas del Procurador General de la Nación,  son posibles no sólo  por el diseño constitucional que da vida y sostiene su poder como Jefe del Ministerio Público, sino por su ejercicio ideológico y político de la función que cumple al frente de dicha entidad de control.

Lo cierto es que ese mismo ejercicio ideológico y político  está fundado en prácticas clientelistas que le permiten a Ordóñez Maldonado erigirse hoy como un fuerte y sólido regenerador[1] moral y político. Nadie puede hoy desconocer el gran poder clientelar que arrastra el Procurador. Un poder que por ahora tiene paralizados a quienes pueden investigarle y juzgarle y que sirvió para cooptar a quienes finalmente lo eligieron y lo reeligieron[2].

En la Corte Suprema de Justicia[3] reposan procesos disciplinarios en contra de Alejandro Ordóñez Maldonado, específicamente en lo que tiene que ver con sus actuaciones en el caso de la ‘Yidispolítica’. Pero sus redes clientelares ´paralizan’ cualquier iniciativa en su contra.

Igualmente, recordemos que el Procurador fue elegido y reelegido por unos Senadores comprometidos y atrapados, en buen número, en la fina red clientelar que cubre todo el edificio de la Procuraduría en la capital del país. Y para qué recordar lo que sucedió con la accidentada terna de uno, con la que finalmente fue reelecto el superpoderoso Procurador Ordóñez. 

Con la inhabilidad para ejercer cargos públicos por 15 años y con la destitución de Gustavo Francisco Petro Urrego, como alcalde mayor de Bogotá, Ordóñez Maldonado se pone por encima de los electores y somete la democracia a sus designios jurídicos, sostenidos estos en valores religiosos propios de un Estado confesional y en principios políticos propios de una derecha comprometida con prácticas de cooptación mafiosa del Estado o por lo menos, con el sometimiento de lo público a los intereses de un grupo de particulares.

El exceso de poder que hoy exhibe Alejandro Ordóñez Maldonado perjudica no sólo el equilibrio democrático en tanto somete y anula la voluntad popular con sus acomodaticios fallos sancionatorios, sino que pone a la Procuraduría General de la Nación en un lugar de control político-electoral que no le compete, en la medida en que remplaza a los electores y a la opinión pública en general, cuando se trata de calificar la gestión de un mandatario.

Con sus decisiones, amparadas más en sus percepciones y orientaciones morales que en el Derecho, el Procurador General de la Nación convierte la elección popular de alcaldes y gobernadores y de otros servidores públicos, en ejercicios democráticos inanes para una democracia que se caracteriza por ser formal, procedimental y electoral.

Más allá de los problemas y las deficiencias administrativas que tuvo y mostró en su gestión, la destitución de su cargo y la inhabilidad por 15 años impuesta por Ordóñez a Gustavo Petro es exagerada y conlleva un debilitamiento del sentido de la democracia, en un país con una baja cultura democrática, en un contexto de profunda polarización entre derecha e izquierda y entre la continuidad de la guerra o la firma de un armisticio entre Farc y el Estado colombiano.

Ordóñez Maldonado de tiempo atrás se viene consolidando como enemigo número uno del proceso de paz[4] que se lleva a cabo en La Habana. Con sus desafiantes declaraciones en contra del Marco Jurídico para la Paz, se devela como una ficha clave de sectores conservadores y uribistas que no sólo se oponen a los diálogos de paz, sino a cualquier iniciativa política que pretenda recuperar para el Estado funciones y responsabilidades hoy en manos de empresas privadas.

Como ficha de sectores retardatarios, godos y autoritarios, el Procurador convirtió al Ministerio Público no sólo en una Oficina que persigue y sanciona a líderes de izquierda[5] y absuelve a políticos afectos a sus creencias religiosas, sino en una especie de púlpito desde donde acosa y hostiga a mujeres y a los miembros de la comunidad LGTBI.

Es urgente revisar y reformar[6] el articulado del Capítulo 2 (Del Ministerio Público) de la Constitución Política, en aras de frenar a un Procurador que guiado por Dios, respaldado por la Iglesia Católica y siguiendo los oscuros intereses de una clase[7] empresarial y política mezquina y dañina, viene golpeando y sometiendo la voluntad de los electores a las conveniencias de un Establecimiento que le tiene miedo a la democracia.



Imagen tomada de elespectador.com


[2] No podemos olvidar que Gustavo Petro votó por él.

[3] El Artículo 235, de la Carta Política, señala que “son atribuciones de la Corte Suprema de Justicia: 4. Juzgar, previa acusación del Fiscal General de la Nación, a los ministros del despacho, al Procurador General, al Defensor del Pueblo, a los agentes del Ministerio Público ante la Corte, ante el Consejo de Estado y ante los tribunales…”
[5] Recordar que sancionó por 18 años de inhabilidad a Piedad Córdoba.

No hay comentarios.: