YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 14 de noviembre de 2014

A propósito de la molestia de “Timochenko” con el juicio indígena

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

El máximo líder de las Farc tiene todo el derecho a criticar y desconocer la justicia indígena, que recientemente condenó a varios de sus hombres por el absurdo asesinato  de dos miembros de la guardia indígena del pueblo Nasa[1].

Y lo tiene, porque él, además de estar en la ilegalidad, es un “guerrero” que desprecia la condición civil y ama profundamente la lógica militar  y la vida en armas. Al estar por fuera de la ley, él y su fuerza guerrillera están en contra de cualquier tipo de justicia y de institucionalidad que intente someter y juzgar a quienes en nombre de las Farc y del “pueblo colombiano” violan el ordenamiento jurídico y los derechos tanto de los otros combatientes (miembros de la Fuerza Pública), como de miembros de la población civil, en el contexto de un degradado conflicto armado interno. En el fondo, desconoce la justicia civil, es decir, togados o indígenas[2] que no alcanzan a entender y dimensionar la lucha armada, que para él, deviene heroica y propia de verdaderos hombres, de patriotas.

Piensa el comandante de las Farc que para juzgar a sus hombres y mujeres combatientes, ni el Estado y ahora menos la justicia indígena Nasa, tienen la suficiente legitimidad para impartir justicia a quienes se levantaron en armas justamente por la debilidad de un Estado que aún no se erige como un orden moral y legítimo que guíe a la sociedad.

Y por ese camino, "Timochenko" cree que la única justicia válida es la llamada “justicia revolucionaria”, es decir, la justicia fariana. Así lo registró la revista Semana: “El único tribunal legítimo para juzgar a los milicianos implicados en el absurdo episodio provocado por la irracionalidad sospechosa de unos cuantos indígenas (...) es el contemplado por el reglamento de régimen disciplinario de las FARC[3]. Esa misma “justicia revolucionaria” ha ordenado el ajusticiamiento de quienes han cometido errores o delitos  y  también, ha garantizado dosis de impunidad para farianos procesados bajo dicha justicia. Me pregunto: una vez desmovilizado, ¿aceptará vivir bajo las condiciones de un Estado de derecho (imperio de la ley) al que él combatió? ¿Cómo deberá ser ese Estado para que “Timochenko” se someta de verdad a la justicia ordinaria?

En ese punto, coinciden con los militares que buscan y defienden la ampliación del fuero militar y el fortalecimiento de la Justicia Penal Militar. Si aceptamos las tesis de militares y guerrilleros, entonces, estos “guerreros” (alentados, contradictoriamente, por civiles) solo pueden ser juzgados por sus pares. Por esa vía, quienes portan uniforme, desde la legalidad o desde la ilegalidad, se erigen como una suerte de “intocables” y de seres “superiores”, justamente porque la causa que defienden parece ser que deviene naturalmente legítima, pero especialmente, porque está sostenida en un también natural y obvio desprecio de la condición civil. 

Si bien los militares no apelan al ajusticiamiento de sus miembros, en muchos casos los juicios penales militares terminan en absoluciones y/o en castigos menores a quienes claramente han violado las propias normas y códigos militares, así como las leyes ordinarias. No es gratuito que desde las huestes castrenses se insista en que los “falsos positivos” sean examinados a la luz de la Justicia Penal Militar.

La molestia de guerrilleros y militares con la justicia ordinaria gravita alrededor de que jueces civiles (incluyendo ahora a la justicia indígena) desconocen la lógica, los procedimientos y las circunstancias operativas que condicionan el proceder de los hombres en armas. En varias ocasiones lo han dicho militares activos y retirados; y del lado de las Farc, durante los diálogos de La Habana, sus negociadores han fustigado la legitimidad del Estado y de su aparato de justicia, para someter y juzgar a los guerrilleros. Lo hicieron, por ejemplo, con el Marco Jurídico para la Paz.

Volvamos a lo dicho por “Timochenko”. En esa línea argumentativa, el líder de las Farc parece olvidar que él, junto a sus pares los miliares, en algún momento de sus vidas fueron civiles e hicieron parte de la población civil, de la sociedad. Es tal el amor por las armas de unos  y otros, y el convencimiento de que solo a través de la guerra es posible lograr los cambios que dicen buscar a través de su lucha “revolucionaria”, que el desdén por la civilidad y por los civiles, deviene en una suerte de principio orientador de las particulares doctrinas militar y revolucionaria.

Lamentable resulta leer a quien hoy está al frente de una organización guerrillera que conversa con el Gobierno de Santos para buscar ponerle fin al conflicto armado. Da miedo, desazón y tristeza escuchar las declaraciones de este líder fariano, porque detrás de su discurso no se advierte cansancio alguno por portar un espurio uniforme y por mantener una guerra que él sabe mejor que nadie, no va a ganar en el campo de batalla. Resulta incoherente que las Farc hablen en La Habana de verdad, justicia, reparación y no repetición, cuando se oponen, desde ya, a que la “justicia de los civiles” opere tal y como sucedió con el juicio indígena. ¿Qué podemos esperar, entonces, del modelo de justicia transicional[4] que se vaya a implementar una vez se ponga fin al conflicto armado y se refrenden los acuerdos?

La desafortunada postura asumida por el máximo comandante de las Farc ante la legítima acción judicial de los indígenas Nasa, pone de presente que lo difícil  no está en firmar un armisticio, o acordar el fin del conflicto, e incluso, lograr  la desmovilización de los guerrilleros. La real dificultad estará en desmontar la estructura mental de quienes están convencidos de que portar un uniforme y hacer la guerra los hace mejores seres humanos, frente a quienes desde la condición civil y una proba y coherente civilidad, creen en que las armas y la guerra deben estar proscritas y ser el último recurso para avanzar en la solución de los problemas y los conflictos.


Adenda 1. El líder de las Farc habla de milicianos y no de guerrilleros. Los Nasa hablan de guerrilleros. La diferencia no es semántica.

Adenda 2. La postura de “Timochenko” es abiertamente contraria a la que asumieron sus negociadores y que dejaron ver a través de un comunicado en el que lamentaban los hechos.


Imagen tomada de www.eltiempo.com

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