YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 23 de enero de 2015

CORRIDAS DE TOROS Y CORRALEJAS, ASUNTOS DE MACHOS

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

En un país con regiones culturalmente disímiles como las que tiene y exhibe Colombia, no es fácil pensar en las dificultades que suscitan esas circunstancias contextuales para la consolidación de una Nación incluyente y respetuosa de las diferencias. Dificultades que se acrecientan cuando a través del humor, la producción televisiva y el discurso periodístico-noticioso se consolidan imaginarios y representaciones sociales que terminan señalando, subvalorando y estigmatizando a poblaciones enteras a través de específicas prácticas culturales.  

Claro está que el poder de penetración y de daño que  tienen tanto el humor, los productos televisivos,  como el discurso periodístico-noticioso, está inexorablemente asociado, agenciado y soportado en la visión de país que desde el centro del mismo se irradia y se trata de imponer.

Bogotá no solo es la capital del país, sino que es el centro desde donde los grandes medios masivos deciden qué es lo correcto, lo civilizado, lo aceptable y lo bueno para los colombianos. La mirada que el periodismo bogotano suele hacer de las “provincias” y de todo lo que allí sucede, sirve, de tiempo atrás, para desconocer y estigmatizar ciertas prácticas culturales que se dan en  apartadas regiones de la capital.

Me voy a referir en esta oportunidad a una “conflictiva y vieja relación” entre dos apuestas culturales: de un lado, la que se encarna en lo que llamamos la cultura “bogotana” o “cachaca” y la cultura “costeña” (Costa Caribe). “Dos mundos” creados por el poder de penetración de una industria cultural e informativa que desde la Capital, cree que explica con suficiencia sociológica lo que sucede en la extensa y poco uniforme Costa Atlántica.

En el marco de esa “conflictiva y vieja relación” entre los “Cachacos” y “Costeños”, ubico el rechazo social y cultural que suscitan espectáculos como las Corralejas y producciones televisivas como la novela Diomedes Díaz con su estribillo de “Diomedízate”, que puede entenderse como una invitación a seguir de manera exclusiva a la novela, pero que puede terminar alimentando esa “conflictiva relación” entre lo “Cachaco” y lo “Costeño” (Caribe), por los problemas judiciales  que afrontó en vida  el canta-autor.

El rechazo a las Corralejas, por la absurda violencia que recientemente se evidenció  en contra de los animales y las fuertes críticas que vienen cayendo sobre la novela basada en la vida del cantante Diomedes Díaz, pueden estar re-encarnando una “confrontación” cultural entre una “cultura bogotana” (cachaca), “bienvenida, civilizada y aceptada”, que cuenta con el poder de la gran prensa de la Capital, y ciertas prácticas de la “cultura costeña” (Caribe), considerada “violenta, no civilizada e inaceptable”, por encarnar, de muchas maneras, elementos de una cultura popular que se contrapone a una cultura de élite (elitista).

Las Corralejas no están bien por lo que sucede dentro de dichos espectáculos, sino porque ellas están -nos dicen los medios-, en el corazón de los “Costeños”. Es decir, hay que acabar con las Corralejas, pero hay que revivir, a toda costa, las corridas de toros en la Plaza de la Santamaría, lugar de encuentro de una élite política y social que cree encarnar a una soñada sociedad “civilizada” y “decente”.

Como expresión cultural, las Corralejas recogen las creencias y los deseos de una sociedad machista. La burla, el sometimiento[1] y el triunfo sobre el animal, obedecen a un ideal de Macho que bien puede estar encarnado en lo más profundo de la cultura popular de varios pueblos de la Costa Atlántica, pero no puede decirse que es exclusivo de quienes viven en esa parte del país. Los relatos periodístico-noticiosos que han recogido el inaceptable maltrato animal acontecido en recientes Corralejas, apuntan a consolidar representaciones sociales que a todas luces resultan inconvenientes para explicar y comprender culturalmente lo que sucede alrededor de la “cultura costeña”, pero sobre todo, que impiden la aceptación de las diferencias en un país culturalmente biodiverso.

Lo mismo sucede con las corridas de toros: se trata de un espectáculo fundado en el poder de sometimiento que el ser humano ejerce sobre los animales y que aún insiste en demostrarse así mismo. Eso sí, deviene refinado porque en este confluyen una élite política, económica y social que hace de su presencia en las plazas de toros, un espectáculo mediático, propicio para el periodismo que informa sobre lo que hacen ciertos famosos y encopetados funcionarios públicos y la “gente de bien” de las ciudades capitales de Colombia. Al final, queda claro que las Corralejas son expresiones de una cultura popular a todas luces inconveniente, mientras que las Corridas de Toros son la expresión máxima de una cultura con clase que se erige como referente de lo correcto porque deviene con todo el glamour que se exige.

Poco positivo resulta para un país con regiones tan diversas, usar hechos de violencia contra los animales, en el marco de un espectáculo violento como lo son las Corralejas, para señalar a sectores poblaciones de la Costa Atlántica como exponentes de una “cultura impropia e indebida[2]”, que debe someterse a una Cultura que se promueve desde los medios masivos de comunicación de la Capital del país. Igualmente, poco positivo resulta usar un producto televisivo, como la novela basada en la vida de Diomedes Díaz (costeño) para señalar  y estigmatizar a toda la Región Caribe y a sus disímiles pueblos, poblaciones y prácticas culturales, hasta calificarlas como una “cultura” impropia para una nación que aún se pretende consolidar desde los intereses y los imaginarios capitalinos.

Quienes tienen el poder de producir y reproducir el discurso periodístico-noticioso y de sostener una industria televisiva como la que promueven los canales privados de televisión, deben entender que detrás de espectáculos como las corridas de toros y las Corralejas[3] y de polémicos personajes públicos convertidos forzosamente en referentes morales y éticos, lo que subsiste es la idea de Gran Macho, fundada en una condición humana que crea cultura sobre la base del poder que ostenta y usa para someter a la Naturaleza. Lo que hay que mirar de fondo no es si las prácticas culturales de ciertas poblaciones del Caribe deben o no continuar[4], o que la que defiende un sector minoritario de la Capital, resulta indiscutible. Lo que debemos mirar es qué tipo de relaciones vamos a re-establecer con los animales y en general con el medio ambiente y los ecosistemas naturales. Y debemos aceptar que la cultura suele ser la cobija con la que el ser humano tapa sus miedos, su incontrastable poder transformador y su perversidad.


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Imagen tomada de elcolombiano.com


[1] Los recientes hechos en los que un toro es acuchillado no hacen parte constitutiva del espectáculo. No siempre fueron así las Corralejas. Ese hecho, totalmente lumpenizado, bien puede obedecer a una degradación del espectáculo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Las corridas de toros no son de gente culta propiamente, cualquier levantado con plata, en general del sector ganadero paga incluso la boleta más cara, no importa si apenas sabe leer, así como no siempre teniendo dinero se es culto, no tenerlo tampoco lo hace culto, muchos asisten a las corridas de toros simplemente por pretender escalar un estrato y codearse con los de la étite, bien sea porque tiene amigos allí o porque quiera aparentar ser de un mejor estrato, para gon tarjeta de crédito a 36 meses una boleta, ni siquiera el abono y si puede en más plazo para no quedar con la cuota mensual muy alta. Hay otros que asisten ni siquiera porque les llame la atención los toros, simplemente son invitados, entre esos algunas invitadas que en el mundo donde se desenvuelven son damas de compañía cuya tarifa es por horas y estos personajes que pagan por ello es solo para mostrar a sus amigos que bien acompañados están, en fin, hay de todo.

Anónimo dijo...

Respecto a las corralejas, no hay cultura, es simpemente incultura, se podría hasta generalizar que ninguno de los que se mete a corretear al toro ha pasado de bachillerato, los políticos necesitan gente inculta en esos pueblos para seguir aprovechando la ignorancia, y es que entre más incultos mejor, más fácil ejcercer los cargos públicos porque al ognorante con que le den pan y circo, con eso tienen, son pueblos con gente de muy pocas aspiraciones profesionales, bien ganada se tienen la fama los costeños de querer conseguir las cosas fácil, sin trabajar buscando el dinero rápido pero a costa muchas veces de su integridad física, las corralejas no solo debieran acabarse por lo que pueda pasarle a los toros o a los caballos que muchos son heridos y destripados en una cornada, es cuestión de dignificar al mismo humano, la vida no vale los tres pesos que le mandan desde los tendidos, los tres pesos que muchas veces son los políticos que mandan arrojar para que se metan a recogerlos, o en otras ocasiones lanzan apenas una botella de ron, de esa misma marca que patrocina esas corralejas, es ignominioso que la vida llegue a valer tan pocopara la diversión de unos cuantos, bien reza el dicho que repiten en esas poblaciones donde hacen las corridas, que una corrida sin muertos y heridos no es corrida, así de pobre es la mentalidad de esta gente.