Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Ahora que por fin se dio inicio a
la fase pública del proceso de negociación política entre delegados del
Gobierno y la dirigencia del Ejército de Liberación Nacional (ELN), vale la
pena detenerse a mirar algunos detalles de la metodología planteada para el
desarrollo de los diálogos de paz y diferenciarla de la que se implementó
durante el proceso de paz adelantado con las Farc.
En primer lugar, las líneas rojas
planteadas por Santos a las Farc, se mantienen para la negociación con el ELN[1].
Estos inamovibles[2] del Gobierno darían al
traste con el proceso que recién se inició en Quito, cuando las propuestas
emanadas de la Mesa Social, compuesta, por ahora, por sectores sociales, entren
en conflicto y se topen con la rigidez de esas líneas rojas o inamovibles
trazados por el Gobierno.
¿Qué pasará entonces cuando ello
suceda? Llegado ese momento, el COCE dirá que los diálogos no podrán seguir por
cuanto no existe real voluntad de la contraparte para modificar o cambiar
sustancialmente las causas y las circunstancias contextuales que legitimaron en
su momento el levantamiento armado y de inmediato señalará como responsable al
Gobierno, por mantenerse firme en esos puntos que no está dispuesto a negociar,
por la presión que sobre este hace el propio Establecimiento.
Señalo, entonces, que la
negociación política entre los delegados de Santos y los plenipotenciarios del
ELN queda supeditada a las propuestas que saldrán de una Mesa Social
variopinta, cuyas legítimas aspiraciones chocarán inexorablemente con la
rigidez de aquellos inamovibles que le permiten al Régimen negociar hasta
cierto punto, sin que ello implique modificar sustancialmente las correlaciones
de fuerza y los privilegios de específicos sectores sociales, políticos y
económicos que históricamente han ostentado el poder y han manejado, hasta hoy,
los destinos del Estado colombiano.
Al no sufrir derrota alguna e
incluso, al no sentirse realmente amenazados por las dinámicas del conflicto
armado interno, estos sectores de poder tradicional saben muy bien hasta dónde
pueden ceder y qué tanto juego le pueden dar al Presidente para avanzar en una
negociación política para ponerle fin a la guerra interna.
Procesos distintos, un solo anhelo de paz
Diferente fue lo que sucedió con
la negociación política que se dio con las Farc. En primer lugar y a diferencia
con lo que parece suceder con la dirigencia del ELN[3], el
Secretariado de las Farc exhibió desde el principio de los acercamientos y
durante el desarrollo de los diálogos en La Habana, una inquebrantable voluntad
de no pararse de la Mesa, hasta no lograr un acuerdo con el Gobierno.
Durante el proceso de La Habana, hubo, digamos, una sola Mesa Política en la que las Farc pusieron no solo la Agenda pactada, sino un fuerte pragmatismo para negociar con el Gobierno. Si bien se recibieron propuestas de diversos sectores de la sociedad, las discusiones y negociaciones no dependían de manera directa de la aprobación o desaprobación de un "tercero" que determinara el curso de la negociación.
Es decir, en Cuba las Farc de manera directa negociaron con los plenipotenciarios de Santos, mientras que el ELN pretende jugar el rol de intermediario, dado que la negociación se daría entre la Mesa Social (el Pueblo) y los delegados del Gobierno. Se trata, sin duda, de una compleja metodología cuya aplicación e implementación hasta el momento no se ve con claridad cómo se daría.
Durante el proceso de La Habana, hubo, digamos, una sola Mesa Política en la que las Farc pusieron no solo la Agenda pactada, sino un fuerte pragmatismo para negociar con el Gobierno. Si bien se recibieron propuestas de diversos sectores de la sociedad, las discusiones y negociaciones no dependían de manera directa de la aprobación o desaprobación de un "tercero" que determinara el curso de la negociación.
Es decir, en Cuba las Farc de manera directa negociaron con los plenipotenciarios de Santos, mientras que el ELN pretende jugar el rol de intermediario, dado que la negociación se daría entre la Mesa Social (el Pueblo) y los delegados del Gobierno. Se trata, sin duda, de una compleja metodología cuya aplicación e implementación hasta el momento no se ve con claridad cómo se daría.
Al parecer y según informaciones
recogidas, en el COCE[4] no
habría consenso aún alrededor de asuntos como finalizar el conflicto armado,
abandonar la lucha armada y dejar las
armas. Si esto es así, supeditar la negociación política a las concesiones que
el Gobierno pueda hacer a las demandas de la Mesa Social, estaría dentro de los
cálculos políticos de una dirigencia
elena que no llega convencida en torno al abandono de la lucha armada. Esta
circunstancia interna no expondría, por lo menos por ahora, grietas visibles en
la estructura de poder y de mando del ELN. Simplemente estaríamos ante una
actitud equivocada, o ante la comisión de un craso error de la dirigencia de
esa guerrilla, que no dimensiona el momento histórico por el que atraviesa el
país, resultante de un proceso de paz con las Farc que avanza, a pesar de los
contratiempos en esta etapa de concentración de los subversivos, camino a la
entrega de armas, la desmovilización y su conversión a partido político.
Ahora bien, la metodología
planteada para los diálogos con el ELN no deja de ser llamativa, interesante y
democráticamente viable, en la medida en que convoca a participar a sectores
sociales que históricamente el régimen de poder ha perseguido, asesinado,
estigmatizado y desconocido sus demandas y aspiraciones. Acá entran a jugar
otros factores: cultura política, evidenciada en el real interés de algunos
sectores de participar en las discusiones y llevar propuestas concretas a la
Mesa; los tiempos de la negociación ante la cercanía del final de la
administración de Santos; y un posible cansancio de sectores de opinión frente
a la búsqueda de la paz, debido a la larga negociación en La Habana.
Hay que señalar, eso sí, que la
Mesa Social deberá de tornarse ampliada ante la llegada a ella, ojalá, de la
Academia, de los Militares retirados y activos, de los gremios económicos, de
los Partidos políticos, de las iglesias y de los medios masivos, entre otros
sectores. Por esa vía, será un error que a dicha Mesa Social solo confluyan los
sectores campesinos, populares, afrocolombianos e indígenas que han podido
construir, con mucha dificultad y trabajo, una agenda, la misma que se ha hecho
visible a través de lo que se conoce como
el Congreso de los Pueblos[5].
A partir del 7 de febrero, los
negociadores del ELN y del Gobierno
tratarán de afinar la compleja metodología planteada y discutirán
asuntos que los lleven a pactar, ojalá, un cese del fuego. Deberán correr 45
días para lograrlo. Hay que estar atentos a lo que suceda en Quito.
Sin duda, estamos ante procesos
distintos, guerrillas diferenciadas y un solo Establecimiento. Y quizás, un
solo anhelo de ponerle fin al conflicto armado interno, eso sí, con disímiles
formas de entender y concebir la Paz.
Adenda 1: Acabar con la corrupción público-privada es imposible.
Tocaría desmontar el actual Régimen. Y si se logra, líderes del Nuevo Régimen
montarán sus propias mafias.
Imagen tomada de Semana.com
[2] Estas son las líneas rojas de
Santos: 1. No se toca a las Fuerzas Armadas. 2. No se tocan las relaciones
internacionales. 3. No se toca el modelo económico y 4. No se toca el modelo
político.
1 comentario:
la negociación se daría entre la Mesa Social (el Pueblo) y los delegados del Gobierno. Esta es la Clave !!!
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