YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 3 de junio de 2015

LA OTRA VERDAD

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo. Publicada en  el portal Conlaorejaroja: https://conlaorejaroja.com/la-otra-verdad-2/



Deben ser cientos de miles los colombianos convencidos de que el único y real problema del país, es la otoñal presencia y operación de la guerrilla (en especial, de las Farc). Esa “verdad”, inoculada en parte por los medios masivos de comunicación y la historia oficial, deviene incompleta, en la medida en que reduce el conflicto armado interno al accionar de uno de los actores armados que participa aún de las hostilidades, al tiempo que borra las circunstancias contextuales que permitieron y justificaron el levantamiento armado en los complejos años 60. Igualmente, esa “verdad”, deja por fuera factores sociales, económicos, políticos y culturales, que han hecho posible que la sociedad colombiana siga siendo profundamente premoderna y que no haya alcanzado estadios civilizatorios de amplio espectro.

Esa “verdad”, ha sido aprovechada por las élites tradicionales, los partidos políticos, los políticos profesionales y unas pocas poderosas familias, para ocultar sus andanzas, contradicciones y mezquinos intereses. Pero sobre todo, ha servido para encubrir la enorme e histórica incapacidad y desinterés de esas élites[1] de poder económico y político, para guiar a la Nación y contribuir a la consolidación de unos procesos civilizatorios que exhiben problemas, dado que no han logrado que los ciudadanos respeten las leyes y asuman el compromiso ético y político de aportar a una sana convivencia, en medio de diferencias étnicas y culturales, en el contexto de una marcada división de clases.

En otros momentos he señalado que la élite, empresarial y política de Colombia, se forma académicamente para capturar el Estado y mantener así sus privilegios de clase. Así entonces, el real y más grande problema que afrontamos como sociedad, está en el talante ético y político de las élites de poder en Colombia. Y con ello no quiero minimizar los negativos efectos sociales, políticos y económicos que las guerrillas han producido en su larga lucha contra el Estado y en momentos muy precisos, contra la sociedad, a juzgar por la degradación del conflicto y las acciones de terror en las que han incurrido las guerrillas y los demás actores armados, en especial los paramilitares, con la anuencia de agentes estatales.

En perspectiva de posconflicto y de las comisiones de la verdad que han de conformarse[2], es importante que el país y el mundo entero reconozcan que hay otra verdad, que bien puede ayudar a comprender, de una mejor manera, lo que ha venido aconteciendo en Colombia, por lo menos, desde 1964[3], fecha desde la que parto para reconocer la existencia del conflicto armado interno.

Las élites  en  Colombia exhiben un carácter político y económico anclado al poder de la tierra, lo que convierte a muchos de sus miembros, en verdaderos señores feudales, que siempre han visto a Colombia como un extenso baldío. De allí la práctica muy común de esas élites de poder, de apropiarse de bienes del Estado, para el desarrollo de disímiles actividades, todas pensadas para acrecentar sus riquezas y por ese camino, aumentar las condiciones de inequidad, especialmente en los territorios rurales.

Y es que el problema agrario en Colombia es de grandes dimensiones. De éste se dice que es histórico y que las instituciones estatales, “han manifestado fortaleza para defender los intereses de los grandes propietarios de extensiones de tierra, pero debilidad en la ejecución de las políticas conducentes a su redistribución y democratización de la propiedad rural. La tenencia de la tierra se moldeó por las relaciones  de dominación, inicialmente durante la conquista y la colonia, y posteriormente por una élite dominante, preocupada únicamente por defender sus propios intereses y posiciones dentro de la sociedad durante la República(Kalmanovitz, 2005)”[4].

Son varios los ejemplos que dan cuenta de cómo miembros de élite se vienen apropiando de manera irregular de terrenos baldíos, lo que sin duda ahondará la problemática agraria, base política que dio vida y razón al levantamiento armado en los años 60. Llama la atención que las denuncias de la Contraloría sobre la apropiación de baldíos, al parecer no han tenido eco en la Mesa de Negociación de La Habana y menos aún, afectaron los acuerdos preliminares a los que llegaron las Farc y los negociadores del Gobierno, en lo que tiene que ver con el tema agrario, que es el punto uno de la Agenda pactada entre las partes.

En reciente informe de la Contraloría General de la República, bajo la dirección de Sandra Morelli, se señalan las firmas y las familias[5] que vienen apoderándose de manera irregular de baldíos en la altillanura colombiana. En el Informe se lee lo siguiente: “…en el acceso a la tierra adquiere relevancia  la articulación  de las diferentes políticas públicas que tengan  como visión estratégica el desarrollo económico, social y ambiental de la población rural alrededor del recurso tierra. Primero, a través del fortalecimiento de las capacidades o capitales de las comunidades, para así dar el uso más eficiente a este recurso; segundo, ordenando el territorio para garantizar su sostenibilidad ambiental, su articulación económica y su consolidación social; tercero, promoviendo la disminución  de la pobreza; y cuarto, dando alternativas a los problemas derivados del conflicto armado, como el desplazamiento de los habitantes rurales y el despojo de tierras. La acción del Estado, entonces, no se debe limitar solo a minimizar las consecuencias por la presencia de fallas en el mercado, sino también a reducir la generación de asimetrías como consecuencia de desequilibrios en las capacidades de negociación de unos sectores de la población frente a otros. No poner límites a estas asimetrías, mediante el accionar de la institucionalidad, legitima las relaciones de inequidad[6].  

Del texto citado, se colige un deber ser del Estado, como regulador del mercado de tierras y fuerte actor político, en aras de componer los desequilibrios que de manera natural genera el mercado. Pero todo se queda en buenas intenciones, dado que las instituciones del Estado devienen debilitadas por la interesada captura por parte de las élites de poder y agentes políticos, que las someten a través del clientelismo y de la acción legislativa de un Congreso, alineado con los intereses particulares de unas cuantas familias y poderosas empresas nacionales y extranjeras.

Posterior a la publicación del citado Informe de la Contraloría General de la República, la Dirección de Vigilancia Fiscal del Sector Agropecuario, a cargo de Sonia Alexandra Gaviria Santacruz, envió un oficio[7] al Instituto Colombiano de Desarrollo Rural, INCODER, en el que hay nuevos hallazgos que dan cuenta de la apropiación indebida de baldíos, por parte de poderosas empresas[8].

De esta manera, es hora de que los colombianos modifiquen las representaciones sociales que frente a los problemas del país han construido, más por los efectos de los medios masivos, la falta de información y claro está, por las simpatías que millones de ellos puedan sentir hacia el actual régimen de poder. Es tiempo de que entendamos que más que la presencia y las acciones de guerra de las guerrillas, el real daño lo vienen haciendo las élites de poder que han hecho del Estado el lugar estratégico en el que han dado rienda suelta a sus mezquinos intereses. 

Por ello, insisto, que la paz que se firmará en La Habana, tendrá un carácter económico[9] y no político, porque mientras el Gobierno y las Farc negocian en Cuba, varias familias y poderosas empresas, hacen todo para ahondar las desigualdades sociales y económicas que se viven en el sector rural y mantener sometido el Estado a sus particulares intereses.







[2] Punto clave dentro del Proceso de negociación que se adelanta en La Habana, Cuba, entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la cúpula de las Farc.

[4] Acumulación irregular de predios baldíos en la Altillanura colombiana. Contraloría General de la República. 2014. p 33.

[5] Ahora miremos el listado de familias y empresas que trae el Informe de la Contraloría, que de manera irregular se vienen apropiando de extensos baldíos: Grupo Mónica Colombia, Caso Cargill, Río Paila Castilla S.A., Grupo Luis Carlos Sarmiento Angulo- Corficolombiana, Caso El Brasil, Timberland Holdings Limited y Wood Holdings Limited, Sociedad Agroindustria Guarrojo S.A., Carlos Aguel Kafruni, Familia y Cia, Aceites Manuelita S. A., Poligrow Colombia Ltda, Caso Indupalma, Familia Ocampo- Lizarralde, Agroindustriales El Palmar SAS y caso Familiares Aurelio Iragorri.

[6] Acumulación irregular de predios baldíos en la Altillanura colombiana. Contraloría General de la República. 2014. p. 15. Este informe no circuló ampliamente y soportó fuertes presiones externas a la Contraloría y dentro de la misma entidad, para que no fuera publicado. Véase la imagen de la portada.

[7] Véase imagen tomada de la Portada.

[8] En dicha misiva se señalan a las siguientes firmas: Aceites Manuelita S. A., Forest First SAS, Reforestadora Guacamayas S.A., Palmar de Santa Bárbara, Familia Holguín, Agropecuaria Alfa SAS y Algoa E.U., Inversiones y Representaciones Roca SAS, María Catalina  Rafo Palau y Carlos Arturo Llano Henao

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