Por
Germán Ayala Osorio
Los apoyos de sectores políticos y empresariales que viene buscando el ex presidente Gaviria para enfrentar la posible presencia indefinida de Uribe Vélez en la presidencia, representan una acción política legítima, pero desesperada.
Eso de juntar intereses, ideologías e ideas para enfrentar al actual Presidente en un escenario reeleccionista demuestra la crisis ideológica y programática tanto del vetusto partido liberal, como de sectores de la izquierda y de la derecha moderada que parecen juntarse en dicha aventura. Eso hizo Uribe en 2002, buscó alianzas y recibió apoyos de toda índole. ¿Qué diferencia existe entre lo que busca hoy Gaviria, y lo que ayer hizo posible la llegada de Uribe al solio de Bolívar?
El editorial de EL ESPECTADOR sostiene en esa línea que “si bien es loable el interés de defender las instituciones y la democracia sobre el que se dice fundar la propuesta, una fusión de fuerzas bajo la simple idea de oponerse a la reelección como proyecto político resulta deleznable y, peor aún, igualmente nociva para la institucionalidad del país. Subordinar las ideologías y los debates programáticos a la simple mecánica electoral para tener un candidato con opción —por buena que parezca la intención— sería antes bien una estocada más al funcionamiento de los partidos, que es lo que hace fuertes las democracias y lo que —¡vaya paradoja!— les cierra el paso a los caudillismos.”[1]
Es justamente ese pragmatismo político el que le ha hecho daño al país, a la política y a las instituciones. Será un error mayúsculo si Gaviria continúa buscando alianzas para enfrentar a Uribe. El país entrará en una extrema polarización orquestada por la prensa que hoy aparece cooptada por la Casa de Nariño. Ya hay asomo del talante con el cual Noticias RCN, para citar solo un ejemplo, defenderá no sólo el tercer periodo de Uribe, sino su continuidad, reflejo del espejo venezolano.
Hay acciones políticas que pueden considerarse antes de conformar un bloque contra Uribe. Por ejemplo, organizar equipos de trabajo académico que analicen los aciertos y los errores cometidos en las dos administraciones de Uribe Vélez. En ese mismo sentido, hay que imaginar y exponer los escenarios de futuro (prospectiva) en los que entraría la democracia, las instituciones y el país en general, al asegurarse la indefinida presencia del actual gobernante.
Esta es la oportunidad para la sociedad civil que no simpatiza con la idea de que Uribe se quede indefinidamente en el Palacio Presidencial. Ante la manifiesta crisis de los partidos políticos, le corresponde a las Universidades, a las organizaciones sociales y a específicos actores del tercer sector, buscar consensos alrededor de un programa de gobierno que pueda ser interpretado por un candidato que, sin las vetustas, anquilosadas y perversas maquinarias electorales enquistadas en los partidos tradicionales, logre convencer a propios y a extraños, de que es posible cambiar el rumbo del país.
Ante la polarización política y el unanimismo mediático que viene orquestando Uribe desde la Casa de Nariño, con su efectiva Oficina de Prensa y Propaganda, no queda otro camino que defender el marco general de la democracia colombiana, con la acción política y ciudadana de aquellas organizaciones de la sociedad civil que tienen claro el daño que la Corte Constitucional le hizo al país al declarar exequible la reelección presidencial inmediata y el que le hará Uribe si decide mantener su intención de perpetuarse en el poder.
La amenaza no es menor. Por ello, es urgente que se manifiesten las organizaciones de la sociedad civil que no comparten el proyecto reeleccionista y excluyente que vienen patrocinando sectores amplios de la ciudadanía, del sector empresarial y de los propios militares.
Nada más perjudicial que continuar alimentando el caudillismo y la personalización de la política. Una nutrida alianza originada en sectores de la sociedad civil podría generar más simpatía en el electorado, que las maniobras desesperadas de Gaviria. La figura ex presidencial genera repulsión, de ahí que quienes se acerquen a ella para enfrentar políticamente a Uribe, es muy probable que salgan perjudicados en materia grave. Es decir, ‘quemados’.
Esa frase que dice que todo vale contra Uribe será el epitafio que acompañará la sepultura no sólo del enfermo partido liberal, sino de aquellos que decidan acompañarlo en la costosa aventura para enfrentar a la más seria invención mediática de la Colombia contemporánea: Álvaro Uribe Vélez.
No es tarea fácil la que deberán -deberían- asumir los actores de la sociedad civil colombiana que no comparten el preocupante escenario político que se advierte con la presencia indefinida de Uribe Vélez. Pareciera que todo está servido para el actual mandatario, no sólo en el ámbito nacional, sino en el internacional. En el primero, la crisis de los partidos y de la política, el beneplácito de militares y de empresarios, especialmente de los banqueros, y la presencia de unas Farc más preocupadas por sobrevivir en el negocio de las drogas, que edificarse como una opción política posible y viable dentro de la institucionalidad.
En cuando al ámbito internacional, Uribe se hace necesario para actores económicos transnacionales y nacionales, porque nuestros vecinos ya giraron a la izquierda, lo que se traduce en una efectiva amenaza para aquellas organizaciones financieras interesadas en mantener las condiciones dictatoriales de la mano invisible del mercado.
Habrá que esperar qué pasa, pero todo indica que con ‘todos contra Uribe’, el único ganador será el unanimismo, y la gran damnificada será la ya débil democracia colombiana.
Eso de juntar intereses, ideologías e ideas para enfrentar al actual Presidente en un escenario reeleccionista demuestra la crisis ideológica y programática tanto del vetusto partido liberal, como de sectores de la izquierda y de la derecha moderada que parecen juntarse en dicha aventura. Eso hizo Uribe en 2002, buscó alianzas y recibió apoyos de toda índole. ¿Qué diferencia existe entre lo que busca hoy Gaviria, y lo que ayer hizo posible la llegada de Uribe al solio de Bolívar?
El editorial de EL ESPECTADOR sostiene en esa línea que “si bien es loable el interés de defender las instituciones y la democracia sobre el que se dice fundar la propuesta, una fusión de fuerzas bajo la simple idea de oponerse a la reelección como proyecto político resulta deleznable y, peor aún, igualmente nociva para la institucionalidad del país. Subordinar las ideologías y los debates programáticos a la simple mecánica electoral para tener un candidato con opción —por buena que parezca la intención— sería antes bien una estocada más al funcionamiento de los partidos, que es lo que hace fuertes las democracias y lo que —¡vaya paradoja!— les cierra el paso a los caudillismos.”[1]
Es justamente ese pragmatismo político el que le ha hecho daño al país, a la política y a las instituciones. Será un error mayúsculo si Gaviria continúa buscando alianzas para enfrentar a Uribe. El país entrará en una extrema polarización orquestada por la prensa que hoy aparece cooptada por la Casa de Nariño. Ya hay asomo del talante con el cual Noticias RCN, para citar solo un ejemplo, defenderá no sólo el tercer periodo de Uribe, sino su continuidad, reflejo del espejo venezolano.
Hay acciones políticas que pueden considerarse antes de conformar un bloque contra Uribe. Por ejemplo, organizar equipos de trabajo académico que analicen los aciertos y los errores cometidos en las dos administraciones de Uribe Vélez. En ese mismo sentido, hay que imaginar y exponer los escenarios de futuro (prospectiva) en los que entraría la democracia, las instituciones y el país en general, al asegurarse la indefinida presencia del actual gobernante.
Esta es la oportunidad para la sociedad civil que no simpatiza con la idea de que Uribe se quede indefinidamente en el Palacio Presidencial. Ante la manifiesta crisis de los partidos políticos, le corresponde a las Universidades, a las organizaciones sociales y a específicos actores del tercer sector, buscar consensos alrededor de un programa de gobierno que pueda ser interpretado por un candidato que, sin las vetustas, anquilosadas y perversas maquinarias electorales enquistadas en los partidos tradicionales, logre convencer a propios y a extraños, de que es posible cambiar el rumbo del país.
Ante la polarización política y el unanimismo mediático que viene orquestando Uribe desde la Casa de Nariño, con su efectiva Oficina de Prensa y Propaganda, no queda otro camino que defender el marco general de la democracia colombiana, con la acción política y ciudadana de aquellas organizaciones de la sociedad civil que tienen claro el daño que la Corte Constitucional le hizo al país al declarar exequible la reelección presidencial inmediata y el que le hará Uribe si decide mantener su intención de perpetuarse en el poder.
La amenaza no es menor. Por ello, es urgente que se manifiesten las organizaciones de la sociedad civil que no comparten el proyecto reeleccionista y excluyente que vienen patrocinando sectores amplios de la ciudadanía, del sector empresarial y de los propios militares.
Nada más perjudicial que continuar alimentando el caudillismo y la personalización de la política. Una nutrida alianza originada en sectores de la sociedad civil podría generar más simpatía en el electorado, que las maniobras desesperadas de Gaviria. La figura ex presidencial genera repulsión, de ahí que quienes se acerquen a ella para enfrentar políticamente a Uribe, es muy probable que salgan perjudicados en materia grave. Es decir, ‘quemados’.
Esa frase que dice que todo vale contra Uribe será el epitafio que acompañará la sepultura no sólo del enfermo partido liberal, sino de aquellos que decidan acompañarlo en la costosa aventura para enfrentar a la más seria invención mediática de la Colombia contemporánea: Álvaro Uribe Vélez.
No es tarea fácil la que deberán -deberían- asumir los actores de la sociedad civil colombiana que no comparten el preocupante escenario político que se advierte con la presencia indefinida de Uribe Vélez. Pareciera que todo está servido para el actual mandatario, no sólo en el ámbito nacional, sino en el internacional. En el primero, la crisis de los partidos y de la política, el beneplácito de militares y de empresarios, especialmente de los banqueros, y la presencia de unas Farc más preocupadas por sobrevivir en el negocio de las drogas, que edificarse como una opción política posible y viable dentro de la institucionalidad.
En cuando al ámbito internacional, Uribe se hace necesario para actores económicos transnacionales y nacionales, porque nuestros vecinos ya giraron a la izquierda, lo que se traduce en una efectiva amenaza para aquellas organizaciones financieras interesadas en mantener las condiciones dictatoriales de la mano invisible del mercado.
Habrá que esperar qué pasa, pero todo indica que con ‘todos contra Uribe’, el único ganador será el unanimismo, y la gran damnificada será la ya débil democracia colombiana.
Nota: esto dijo Antonio Caballero recientemente, a propósito de la acción política y electorera de César Gaviria y Luis Eduardo Garzón: "César Gaviria: el presidente de la apertura económica neoliberal, el de la destrucción del agro (con sus secuelas de agravación de la violencia), el del sometimiento de la justicia a Pablo Escobar en la solemne ceremonia de La Catedral, el del exterminio de la Unión Patriótica cuando era ministro de Gobierno de Barco, el del bombardeo de la Casa Verde de las Farc en tregua, el iniciador de las privatizaciones. César Gaviria: el precursor y anunciador de Álvaro Uribe. Porque no veo yo diferencia ninguna entre las ideas del ex presidente y las del actual presidente, ni en su expresión práctica política, económica y social. Ni siquiera en sus estilos respectivos de comportamiento, ahora que Gaviria ha dado en la flor de pensar que la manera de oponerse al principio antidemocrático de la reelección (ajena) es la reelección (propia). César Gaviria, en fin: el que carga a las espaldas el cajón de muerto del partido liberal, lleno de gusanos del tamaño de víboras. Ese cajón del cual salió también Álvaro Uribe, modelo de neoliberales, de "lentejos", de liberales "volteados", como se decía cuando todavía había liberales en Colombia." (Tomado de Semana.com, junio 23 de 2008).
[1] Tomado de EL ESPECTADOR.COM, jueves 19 de junio de 2008.
[1] Tomado de EL ESPECTADOR.COM, jueves 19 de junio de 2008.
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