Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Cuando de manera decidida los medios de comunicación elevan al estatus de noticia unos hechos, de forma natural se desencadena una práctica de autocensura e incluso de censura, en la medida en que varios hechos, potencialmente noticiosos, son dejados en una especie de oscuridad, por cuanto no alcanzaron el siempre caprichoso estatus de noticia, sostenido en unos valores/noticia igualmente volubles y arbitrarios.
Con hechos noticiosos como el reciente rescate de 33 mineros chilenos, los medios de comunicación en Colombia, y muy seguramente los de todo el mundo, la autocensura y la censura aparecieron como prácticas comunes al actuar periodístico de unos medios presionados por las dictaduras del rating y de la noticia.
¿Cuántos hechos y de qué trascendencia aparecieron en aquellas horas dedicadas de manera exagerada, al rescate de los mineros del país austral? ¿Será legítimo y necesario advertir a las audiencias de la existencia de unos hechos noticiosos que por la decisión editorial y política, bajo la amenaza del rating y de la noticia, quedaron por fuera de la agenda de los medios? ¿Lo hacen los medios como una expresión de respeto y consideración con las audiencias?
Cuando los medios masivos dedican horas de transmisión a un solo hecho noticioso, espectacular y económicamente rentable, inmediatamente cercenan aún más el derecho constitucional que tenemos de recibir información veraz y oportuna. Pero más allá de si se cumple o no con el mandato constitucional, lo que los medios deberían preguntarse y las audiencias exigir, es si los hechos noticiosos emitidos son fundamentales para la vida de los ciudadanos, esto es, para amplios grupos humanos. Esa es la discusión que deberían estar dando los periodistas, poco acostumbrados a la reflexión y al cuestionamiento de sus propias rutinas.
¿Qué tanto resulta definitivo para las audiencias colombianas lo sucedido con los mineros chilenos? Esa acción informativa de replicar lo que sucede fuera de las fronteras y lejano de los intereses de un país con muchísimos problemas como Colombia, define muy bien un tipo de periodismo acucioso, actual, presto, pero no necesariamente lo hace aparecer como un tipo de periodismo respetuoso con las audiencias nacionales y realmente interesado en develar, así sea a través de lo noticioso, actuaciones oscuras no sólo del Estado, sino de aquellos particulares con poder para violar la ley o someter la voluntad de disímiles grupos humanos.
Lo cierto es que resultan afectadas las audiencias interesadas (ciudadanos capaces de entender el discurso mediático), cuando por encima del interés general que éstas supuestamente exhiben, se impone el sentido empresarial con el que hoy informan las empresas mediáticas, bajo una lógica económica global que las hace dependientes de un mercado cada vez más competido.
Esos hechos noticiables no expuestos, no descubiertos, no trabajados y no construidos bajo esa ahistórica y por lo regular nociva valoración noticiosa, podrían ser recogidos por medios alternativos e incluso, por medios universitarios y hasta por la Academia misma, destacando que su ocultamiento se dio gracias a un hecho, que como el de los 33 mineros chilenos atrapados bajo la tierra, fue elevado al estatus de noticia, aplicando no sólo los valores/noticia, sino principios que el mercado global le exige aplicar a las empresas mediáticas para poder sobrevivir y mantener el negocio de vender noticias.
Si bien en Colombia las audiencias son manipulables y maleables por unos medios interesados en ocultar y en desinformar, también es cierto que hay un creciente número de ciudadanos que cada vez más reconocen los intereses que hay detrás de cada tratamiento noticioso. Y a este asunto las empresas mediáticas poco cuidado le están dando, lo que desde la lógica económica significa pérdidas para los medios y para los capitalistas que los sostienen, pues la credibilidad disminuye, así el consumo de las emisiones se mantenga.
Cuando de manera decidida los medios de comunicación elevan al estatus de noticia unos hechos, de forma natural se desencadena una práctica de autocensura e incluso de censura, en la medida en que varios hechos, potencialmente noticiosos, son dejados en una especie de oscuridad, por cuanto no alcanzaron el siempre caprichoso estatus de noticia, sostenido en unos valores/noticia igualmente volubles y arbitrarios.
Con hechos noticiosos como el reciente rescate de 33 mineros chilenos, los medios de comunicación en Colombia, y muy seguramente los de todo el mundo, la autocensura y la censura aparecieron como prácticas comunes al actuar periodístico de unos medios presionados por las dictaduras del rating y de la noticia.
¿Cuántos hechos y de qué trascendencia aparecieron en aquellas horas dedicadas de manera exagerada, al rescate de los mineros del país austral? ¿Será legítimo y necesario advertir a las audiencias de la existencia de unos hechos noticiosos que por la decisión editorial y política, bajo la amenaza del rating y de la noticia, quedaron por fuera de la agenda de los medios? ¿Lo hacen los medios como una expresión de respeto y consideración con las audiencias?
Cuando los medios masivos dedican horas de transmisión a un solo hecho noticioso, espectacular y económicamente rentable, inmediatamente cercenan aún más el derecho constitucional que tenemos de recibir información veraz y oportuna. Pero más allá de si se cumple o no con el mandato constitucional, lo que los medios deberían preguntarse y las audiencias exigir, es si los hechos noticiosos emitidos son fundamentales para la vida de los ciudadanos, esto es, para amplios grupos humanos. Esa es la discusión que deberían estar dando los periodistas, poco acostumbrados a la reflexión y al cuestionamiento de sus propias rutinas.
¿Qué tanto resulta definitivo para las audiencias colombianas lo sucedido con los mineros chilenos? Esa acción informativa de replicar lo que sucede fuera de las fronteras y lejano de los intereses de un país con muchísimos problemas como Colombia, define muy bien un tipo de periodismo acucioso, actual, presto, pero no necesariamente lo hace aparecer como un tipo de periodismo respetuoso con las audiencias nacionales y realmente interesado en develar, así sea a través de lo noticioso, actuaciones oscuras no sólo del Estado, sino de aquellos particulares con poder para violar la ley o someter la voluntad de disímiles grupos humanos.
Lo cierto es que resultan afectadas las audiencias interesadas (ciudadanos capaces de entender el discurso mediático), cuando por encima del interés general que éstas supuestamente exhiben, se impone el sentido empresarial con el que hoy informan las empresas mediáticas, bajo una lógica económica global que las hace dependientes de un mercado cada vez más competido.
Esos hechos noticiables no expuestos, no descubiertos, no trabajados y no construidos bajo esa ahistórica y por lo regular nociva valoración noticiosa, podrían ser recogidos por medios alternativos e incluso, por medios universitarios y hasta por la Academia misma, destacando que su ocultamiento se dio gracias a un hecho, que como el de los 33 mineros chilenos atrapados bajo la tierra, fue elevado al estatus de noticia, aplicando no sólo los valores/noticia, sino principios que el mercado global le exige aplicar a las empresas mediáticas para poder sobrevivir y mantener el negocio de vender noticias.
Si bien en Colombia las audiencias son manipulables y maleables por unos medios interesados en ocultar y en desinformar, también es cierto que hay un creciente número de ciudadanos que cada vez más reconocen los intereses que hay detrás de cada tratamiento noticioso. Y a este asunto las empresas mediáticas poco cuidado le están dando, lo que desde la lógica económica significa pérdidas para los medios y para los capitalistas que los sostienen, pues la credibilidad disminuye, así el consumo de las emisiones se mantenga.
Nota: esta columna fue publicada en la URL http://www.nasaacin.org/attachments/article/1105/El%20negocio%20de%20la%20noticia.pdf
No hay comentarios.:
Publicar un comentario