YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 15 de agosto de 2014

¿CON QUIÉN SE NEGOCIA?

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Las negociaciones en La Habana avanzan en medio de un clima hostil y en un cruce de advertencias y misivas de los bandos sentados en la mesa. Santos conmina a las Farc en su discurso de posesión y cree poder ponerle límite a una cúpula que a pesar del paso de los años[1], confía en poder seguir al frente de la organización guerrillera, o de lo que de ella quede, dada la posibilidad de que la unidad de mando se pierda o se esté perdiendo por el efectivo distanciamiento, ideológico, político y geográfico, entre los jefes guerrilleros y los comandantes de frente y los combatientes de base.

Es posible que las Farc internamente estén fragmentadas y que varios de sus frentes estén hoy en camino de tomar distancia de esa cúpula que dice representarlos en La Habana. Si eso es así, estaríamos ante un escenario muy complejo dado que la firma del fin del conflicto no se daría con la totalidad de las Farc, sino con un grupo, en lo posible mayoritario, de esa organización guerrillera.

Imagino que la Inteligencia Militar tiene información al respecto. Si tiene indicios de procesos de implosión y eclosión de unas nuevas Farc, éstos harán parte de un gran secreto dado que ello no sólo conviene al actual proceso de negociación, sino al mantenimiento de la doctrina militar, por la presencia del enemigo interno, así su proyecto político no sea el mismo o que ni siquiera exista como tal.  

Si la continuidad de la lucha armada, como proyecto político, cada vez más depende de los comandantes de las Farc que hoy negocian cómodamente en Cuba, entonces el país deberá saber que si el proceso de negociación llega a feliz término, la paz no llegará plenamente y que el conflicto armado no se superará del todo.

Quizás eso mismo fue lo que buscaron las Fuerzas Armadas cuando asesinaron a los máximos cabecillas. Las muertes de ‘Raúl Reyes’ y de ‘Alfonso Cano’ iban en la dirección de cortar las cabezas de un multicéfalo[2] ofidio y por esa vía buscar la desbandada de los frentes que de manera directa hayan sentido la pérdida de los dos comandantes.  ¿Se ha evaluado si esos golpes certeros minaron la unidad de mando?

En una negociación compleja y delicada como la que avanza en La Habana, los bandos llegan a la mesa con cartas guardadas y marcadas. Quizás la señalada circunstancia de la implosión y la posibilidad de que de allí surjan ‘otra’ Farc, sea la carta que la cúpula fariana tiene escondida; o quizás esa carta ya la conoce Santos y su cúpula militar y el propio equipo negociador, pero prefieren cerrar los ojos y buscar, de manera desesperada, pasar a la historia como el mandatario y el Gobierno que logró ponerle fin la conflicto armado interno. Por lo menos con las Farc, o con una parte.

Pero Santos, como buen ajedrecista, también debe de tener cartas marcadas y guardadas. Y eso lo saben los miembros del Secretariado  de las Farc. Al final, se trata de un juego y de una negociación de intereses.

En esa negociación no hay lugar para la ingenuidad. Detrás de los puntos de la Agenda y de los compromisos que de ellos se desprenden, hay otros asuntos que son los que realmente importan. Hay, entonces, otra Agenda. Lo que no sabe el país es sí dentro de esa ‘otra’ Agenda esté expuesto con claridad qué va a pasar con los frentes guerrilleros que no acepten firmar la paz y desmovilizarse. ¿Quién se hará responsable, políticamente hablando, de su accionar? ¿La cúpula de las Farc colaborará con la Fuerza Pública para someter y matar a esos frentes disidentes?

Estos elementos se plantean con el claro propósito de advertir que ese escenario se puede dar. Además, la arrogancia de los guerreros[3] y de sus representantes políticos, además de molestar, da pie para todo tipo de suspicacias. 

Ojalá el proceso avance, se firme el fin del conflicto con la totalidad[4] de las Farc; y los actores económicos y políticos que sostienen el actual régimen de poder acepten y apoyen no sólo los compromisos, sino los cambios estructurales que hay que acometer en el país para asegurar escenarios de posconflicto y de esa forma consolidar la paz; o en su defecto, veremos y asistiremos a simples escenarios de posacuerdos[5].




[2] Sin embargo, no se puede desconocer la rápida reacción de la dirigencia de las Farc, para remplazar a los dirigentes caídos. Pero hay que advertir que toma mucho tiempo formar cuadros dirigentes y que el acoso militar de la Fuerza Pública afecta los procesos formativos, lo que al final genera fuertes traumatismos en el mantenimiento de la una sola línea política con la cual unificar el mando.

[3] Los de ambos bandos, por supuesto.

[4] En el entendido de que todos los guerrilleros acepten desmovilizarse y no volver a las armas.

[5] Véase la disquisición entre los conceptos de posguerra, posconflicto y posacuerdos. http://laotratribuna1.blogspot.com/2014/08/posguerra-posconflicto-o-posacuerdos.html

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