YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 14 de mayo de 2015

¿PAZ POLÍTICA O PAZ ECONÓMICA?

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Ponerle fin al largo, complejo y degradado conflicto armado interno de Colombia, deviene en una suerte de imperativo moral para el Presidente Santos. No hay duda de que lograr que las guerrillas dejen las armas y se reintegren a la vida social, económica y política del país, resultaría benéfico y beneficioso para una Nación que parece acostumbrada a las expresiones de violencia política, hasta el punto,  de que la sociedad parece haber naturalizado las dinámicas del conflicto armado y las prácticas de terror en las que han incurrido todos los actores armados.

En ese sentido, quienes le apostamos a la negociación política del conflicto armado, lo hacemos siguiendo y persiguiendo ese imperativo moral, que lastimosamente no es compartido por todos los colombianos, en especial por los detractores del proceso de paz, liderados por el Procurador Ordóñez Maldonado y el ex presidente y hoy senador de la República, Álvaro Uribe Vélez. Detrás de estos dos personajes, están agazapados - expectantes banqueros, industriales, comerciantes y en general, élites de poder que exhiben posturas ambivalentes, dado que reconocen que la construcción de escenarios de posconflicto, demandará altos costos económicos, que ellos mismos no están dispuestos a asumir. Además, estos grupos de poder y de interés, tienen miedo y desconfianza alrededor de lo que se está negociando en La Habana y en los efectos políticos y económicos que generará la implementación de los acuerdos a los que lleguen las partes que negocian, en nombre de las Farc y del Gobierno de Santos.  Hay otros, que continúan con sus actividades y proyecciones, sin tener en cuenta que se está negociando en La Habana el fin del conflicto y que posiblemente, se firmará el fin de la guerra.

Ahora bien, firmar el fin del conflicto no hará que la paz aparezca por arte de birlibirloque. De eso son conscientes las Farc y el Gobierno de Santos y no estoy seguro de que todos los colombianos que apoyan las negociaciones de La Habana. Lograr la paz demandará procesos de restauración y/o transformación social, política, económica y cultural, que involucra, por supuesto, al Estado y sus instituciones, a las élites de poder tradicional y por supuesto, al resto de la sociedad colombiana.

Pensada y asumida de esa manera la paz, quienes defienden a ultranza el Establecimiento, al que consideran legítimo per se, prefieren pensar que la paz que se logre negociar en Cuba, tenga o tendrá, más un carácter económico, que político.  De allí que proponga la siguiente tesis: Santos Calderón busca ponerle fin al conflicto armado interno con las guerrillas, no con el objetivo de liderar o dejar sentadas las bases para el logro de las transformaciones sistémicas que el país necesita, sino con el propósito de “vender” la idea al mundo y a los inversionistas, de que en el país ya no hay o existe un conflicto armado interno. Logrado lo anterior, disímiles inversionistas extranjeros y nacionales interesados en explotar los recursos de la biodiversidad en el sur del país, harían presencia en territorios libres de un conflicto armado que frena la inversión extranjera, especialmente en las zonas en donde justamente la guerra interna se ha podido desarrollar, justamente por la nula o precaria presencia del Estado. Una vez firmada esa paz económica, la comunidad internacional entenderá que Farc y ELN ya no existen como actores armados, así las razones y circunstancias contextuales que hicieron posible el levantamiento armado en los años 60, se mantengan en el tiempo, sin cambios significativos en sus formas de expresión.

De esta forma, se configuraría una paz de carácter económico, pensada para el logro de un crecimiento y desarrollo económicos, ajustado a las necesidades y expectativas de quienes históricamente han detentado el poder político y económico en el país. Esa paz de tipo económico, supone la imposibilidad de lograr una de carácter político, en el sentido en que la sociedad civil, por completo, acepte que efectivamente hay mucho por transformar y reconstruir en el país, para consolidar escenarios reales de posconflicto, sobre los cuales sea posible edificar una paz estable y duradera.

Las Farc estarían dispuestas a firmar esa paz económica, al advertir la posibilidad de que habrá territorios en los que ellos podrán seguir ejerciendo algún tipo de control social e injerencia política, sin que ello afecte las dinámicas de desarrollo extractivo o de clara influencia agroindustrial. Pensarán las Farc que las zonas de reserva campesina y algunas en donde se logren poner en marcha, proyectos de desarrollo alternativo, serán suficientes estrategias para mantenerse vivos en la vida electoral y política del país, una vez convertidos en partido político. No pueden olvidar las Farc que los sectores de derecha y ultraderecha se están preparando para una guerra sucia, que muy seguramente nos hará recordar el genocidio de la Unión Patriótica (UP). Así entonces, muy seguramente no habrá la esperada y soñada profundización de la democracia política.

Además, esa paz económica, terminará por arrastrar al país hacia su propio avatar, que ya asoma su adusto rostro, a juzgar por los desastres socio ambientales que viene dejando la mega minería, legal e ilegal, y los proyectos agroindustriales como el de palma africana.

Ojalá que lo discutido, acordado y firmado en La Habana no facilite la distinción que aquí hago entre paz económica y paz política. Ojalá la sociedad civil y las élites de poder se hagan co responsables de lo que ha pasado en este país por más 50 años, que no es más que la expresión de su otoñal incapacidad para guiar, ética y moralmente, a una sociedad empobrecida económica y culturalmente.

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Imagen tomada de dinero.com

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