YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 21 de agosto de 2015

EL PERIODISMO DEL POSCONFLICTO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Es posible que los miembros de la cúpula de las Farc estén más preparados para vivir en escenarios de posconflicto, que los propios periodistas. En especial será difícil para aquellos que por largo tiempo cubrieron el devenir del conflicto armado interno, plegados a los interesados discursos de los militares, paramilitares y guerrillas. Unos y otros manipularon a la prensa y a los periodistas, que creyeron en cada uno de los comunicados o en las declaraciones públicas de los combatientes.

Estos mismos periodistas deberán revisar muy bien qué papel jugaron en estos largos 50 años de confrontación, cubriendo un conflicto armado interno desde un discurso noticioso moralizante con el que claramente las audiencias aprendieron que se trataba del enfrentamiento entre Buenos y Malos. Nada más alejado de la realidad. Sin duda, una reducción conceptual y política que le hizo mucho daño al proceso social de comprender el porqué de la confrontación armada. Ojalá se programen eventos académicos para discutir los errores cometidos por la prensa en el cubrimiento de un largo y degradado conflicto armado.

Hacer un franco mea culpa quizás les permita reorientar el ejercicio periodístico, de cara a escenarios de posconflicto en los que la búsqueda de la noticia ya no estará soportada en los actos de guerra perpetrados por los bandos enfrentados.

Así las cosas, el discurso periodístico-noticioso, las lógicas y las rutinas de producción muy seguramente sufrirán cambios importantes dado que los voceros de los grupos armados enfrentados ya no estarán para contaminar los hechos. En adelante, el reto para los periodistas será aprender a narrar situaciones y a elevar al estatus de noticia unos hechos que por cuenta del conflicto armado, fueron desechados en los consejos de redacción. Deberán aprender a encontrar el interés periodístico en hechos cotidianos distintos a los que la guerra ofrecía a diario.

Terminado el conflicto armado interno, la Agenda de los medios debe cambiar sustancialmente. Y ojalá, por fin, las empresas mediáticas y los periodistas tengan agendas propias, no necesariamente plegadas a los intereses de fuentes de Gobierno.

Sin los riesgos que representaba cubrir un degradado conflicto armado, los medios deberían retomar las Unidades de Investigación y reorientar el ejercicio periodístico con el claro propósito de vigilar el cumplimiento de los acuerdos de La Habana y su implementación y de proponerle a las audiencias noticias que aporten a la generación del cambio cultural que necesita un país que intenta dejar atrás una guerra que aplazó la consolidación del Estado y que sirvió a los intereses de unos pocos que hicieron todo para desconocer derechos e irrespetar libertades ciudadanas.

Por ejemplo, los periodistas y los medios deberían poner sus ojos en actividades de recuperación ambiental de los ecosistemas naturales afectados por las acciones de los actores armados. Igualmente, promover la transformación cultural que necesita el país y vigilar el proceso de cambio cultural que deberán asumir y transitar las élites de poder tradicional y en general, la sociedad, para modificar las formas en las que venimos solucionando los problemas, las diferencias y los conflictos y claro está, las equivocadas concepciones que sobre lo Público tenemos. 

De esta manera, nacerá una agenda noticiosa posbélica que deberá ejecutarse con criterios de noticia y enfoques periodísticos distintos. Para ello, los periodistas del posconflicto deberán asumir el compromiso político de confrontar a todas aquellas instancias y expresiones del poder que de manera directa o indirecta realicen tareas y actividades que eviten la consolidación de la paz. Quizás, entonces, los periodistas deban priorizar el enfoque periodístico y dejar de lado el interés noticioso a partir del cual se convierte en un espectáculo unos hechos que merecen otro tipo de tratamiento. 

Se necesitará, entonces, de un verdadero revolcón no solo a las lógicas de producción noticiosa, sino a la escasa pluralidad informativa que hoy exhibe Colombia. Es urgente desconcentrar la propiedad de los medios masivos. El país necesita de nuevas políticas de comunicación con el ánimo de asegurar un ejercicio periodístico que no responda de manera exclusiva a los intereses corporativos de los conglomerados que hoy sostienen, por ejemplo, las emisiones de los noticieros RCN y Caracol. No hacerlo sería seguir condenando el país y a las audiencias a un insostenible y penoso unanimismo mediático.


Si la guerra interna ajustó el ejercicio periodístico a los intereses de los combatientes de las guerrillas, paramilitares y militares, en el posconflicto, el periodismo deberá ajustar sus lógicas de producción a los intereses de una sociedad y de unas audiencias cansadas de consumir atentados, desplazamientos forzados, masacres y muertos de todos los bandos enfrentados. El reto es mayúsculo, pero hay que asumirlo. Eso sí, demorará tiempo.


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