YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 28 de julio de 2008

EL SILENCIO DE LOS QUE NO PUEDEN CALLAR

Germán Ayala Osorio, docente y politólogo de la Universidad Autónoma de Occidente

Peligroso, sospechoso e inconveniente resulta el silencio profundo en el que están aquellos militantes, exponentes y agentes de la mal llamada Oposición, y de esa creciente minoría que no va de la mano del proyecto uribista. Se tratará de una estrategia o decidieron callar, simplemente, por miedo, cansancio o porque el pensamiento único los apabulló. No se sabe.

Lo cierto es que César Gaviria, Carlos Gaviria y Luis Eduardo Garzón no volvieron a hacer referencia al tema de la segunda reelección de Uribe Vélez. Del ex presidente neoliberal recordamos una tímida amenaza de lanzarse como candidato si el actual Presidente insiste en perpetuarse en el poder.

No se volvió a oír nada de parte del político risaraldense, de ingrata recordación por aquellos efectos negativos de la apertura económica, puesta en marcha en su mandato. Seguramente estará esperando el anuncio de Uribe de querer continuar en el Solio de Bolívar. Flaco favor le hace a la Oposición y a quienes no compartimos el régimen de Uribe Vélez, presentarse como opción política. Lo mejor es que Gaviria se retire, al igual que los demás ex presidentes, a gozar de la pensión. O quizás decida seguir el camino de otros: endosar el poder a sus hijos, en este caso sería a Simón Gaviria, para las elecciones de 2014.

No se sabe en qué anda Carlos Gaviria, quien corre el riesgo de perder el caudal electoral que alcanzó en mayo de 2006: más de dos millones seiscientos mil votos (el 22,04 %), lo que convirtió al PDA en la primera organización política, con un claro contenido de izquierda democrática y en la segunda fuerza electoral del país. Corre el riesgo de perder esos votos al mejor estilo de Noemí Sanín.

Qué pensará Gustavo Petro, quien en las últimas apariciones mostró su interés de girar al centro, mostrando un tono más conciliador, tomando distancia de las Farc e incluso, de sus propios compañeros del Polo.

En esa misma dirección anda Luis Eduardo Garzón, quien ahora funge como comentarista radial, justo en un espacio periodístico pro uribista, como lo es La FM.


Con la clara división al interior del Polo, sus crisis permanentes, y los silencios de algunas de las figuras emblemáticas de la mal llamada Oposición política, y sumado a ello la desaparición paulatina de los partidos Liberal y Conservador, hoy convertidos sus miembros, en manzanillos del uribismo, no queda más que advertir que a Uribe le están facilitando las cosas para que siga de corrido en la Casa de Nariño. Una cosa es que la oficina de Propaganda Orweliana esté funcionando tal cual como se describe en la obra 1984, y otra muy distinta es que no hagan nada quienes tienen el deber de decir algo y los medios para hacerlo.

Razón le cabe a Cecilia Orozco, quien en una reciente columna de EL ESPECTADOR, señaló de los anteriores personajes, lo siguiente: Carlos Gaviria: respetable hombre de izquierda con un volumen de votos que le permitiría hacerse oír. Hoy se desempeña como un silencioso presidente del Polo.

Gustavo Petro: la línea de las denuncias que eligió y que le dio justo brillo, es asunto del pasado. Todavía sorprende la voltereta que dio para que lo perdonaran y lo percibieran como un elegible ‘de centro’.
Luis Eduardo Garzón: empezó como alternativa de Uribe; pasó a ser su aliado semioculto en la alcaldía; terminó proponiendo una alianza con los clones del Presidente, que éstos no tomaron en serio. Nadie sabe dónde se ubica en este momento: ¿Polo, liberalismo, un nuevo partido?”
[1]
¿Qué se puede hacer?

Al reconocer que Uribe es un fenómeno mediático que se sostiene, además del trabajo periodístico-publicitario de medios y periodistas, y por los resultados operacionales de sus fuerzas militares, los riesgos para el juego democrático son peores si a las circunstancias descritas le sumamos el silencio de aquellos que definitivamente no pueden callar en estas horas aciagas.

Los Mesías se sienten salvadores omnipotentes no sólo porque creen ciegamente en que son enviados de Dios, sino porque en los escenarios terrenales encuentran que la zalamería de periodistas, directores de medios, propietarios de las empresas mediáticas, y el connubio de dirigentes gremiales y líderes eclesiásticos,… sirven a sus propósitos de ‘salvar el mundo’ o en este caso particular, salvar a un país como Colombia.

Que los dirigentes gremiales y los propios del sistema financiero hagan parte del comité de áulicos del Uribismo, no es óbice para que otros actores de la sociedad civil vayan despertando del letargo y empiecen a edificar proyectos políticos pos Uribe.

Se esperaría que aquellos dirigentes gremiales y políticos, e incluso, intelectuales, estuvieran pensando en cómo enfrentar los retos que suponen el pensamiento único que florece en Colombia. Hay que trabajar en la formación de cuadros dirigentes, para cuando el Mesías decida abandonar el poder, la sociedad civil presente al país, un candidato y una propuesta coherente de gobierno, con un claro proyecto de reconstrucción institucional, dado el daño que la reelección presidencial y el Uribismo, le hicieron, le hacen y le harán al país.

No podemos mantenernos en el oscuro túnel que el uribismo nos construyó desde 2002. Es inaceptable la tesis que señala que Uribe es irremplazable. Desde hace rato debieran estarse formando los sucesores no sólo de Uribe, sino de toda esta estirpe de políticos que heredaron el carácter de los viejos ‘héroes’ del Frente Nacional.



Refundar la política y superar la mirada conservadora

Parte de la solución a los problemas que evidencian los colombianos en general, en materia de criterio político, está en refundar la política. Está en darle otro sentido. No podemos continuar con las viejas costumbres políticas de gamonales, señores feudales, patrones y barones electorales que le han dado al ejercicio de la política ese carácter mafioso que tanto daño hace al país. El pragmatismo hace tanto daño, como la inexistencia del disenso.

Si queremos que el país abandone su carácter premoderno, se deben fortalecer los organismos de control. La elección del Procurador, Defensor del Pueblo, Fiscal y de los magistrados de las altas Cortes, no puede continuar contaminada del amiguismo político; estos cargos deben estar lejos de las influencias del Presidente y del Congreso, especialmente cuando la legitimidad de estas dos instituciones está cuestionada.

Para ello, deben formarse comités técnico-políticos de consulta, con representantes de las Universidades Públicas y Privadas, que ayuden a elegir, sin los vicios propios de la actual política colombiana, los mejores ciudadanos para vigilar la cosa pública. Esa sería una buena forma de empezar a involucrar a la Academia en asuntos trascendentales de la Nación, con miras a que abandone ese letargo en el que viene sumida de tiempo atrás.

La Escuela, en su concepto más amplio, debe participar en ese proceso de refundación de la política. Desde los primeros años de vida escolar, los estudiantes deben aprender para qué sirve la política, el Estado, el por qué participar de los asuntos públicos, el de exigir respuestas a los servidores públicos, en fin, a demandar el cumplimiento de la ley y de los derechos y las libertades ciudadanas; la política debe entenderse como el camino para alcanzar la felicidad colectiva, de hacer posible nobles ideales y hacer de la vida humana en sociedad, un fin último digno, bello y sublime.

Es inaceptable la declaración de profesores y estudiantes, de todos los niveles, cuando advierten su condición ‘apolítica’. No es posible. Es un contrasentido declararse ‘apolítico’ cuando de forma permanente estamos asumiendo posturas políticas.

La discusión política de las ideas en las aulas de clase de colegios y universidades y la participación de profesores en los organismos de control del Estado nos debe permitir acabar con esa práctica mafiosa con la que esos mismos ‘barones’ electorales ceden poder y votos, a hijos, sobrinos, hermanos y tíos.

Bienvenida, entonces, la discusión de las ideas políticas, empezando por reconocer que el uribismo se fundó en esa vieja derecha premoderna, feudal y excluyente. Una verdadera logia impenetrable.

El columnista Álvaro Forero intenta explicar el fenómeno político-mediático que encabeza el Presidente: “la explicación para esa situación puede ser que el uribismo adoptó la fórmula de la derecha norteamericana, de recurrir a los valores. Porque la propuesta uribista consiste en un relato sobre la problemática del país y sus soluciones, cargado de los valores predominantes en la sociedad colombiana. Y los valores son poderosos políticamente, porque reflejan las necesidades y las tendencias humanas, al punto que son el sustrato de las ideologías. Desde la primera campaña, Álvaro Uribe ha mantenido su discurso y su acción, ruidosa y férreamente alineados con los valores de la libertad (frente al yugo de las Farc), y de la fortaleza nacional y el orden, porque entendió temprano que la presión de la violencia había inclinado a la opinión pública hacia el autoritarismo de derecha. Eso se produce cuando los valores de las mayorías, según B. Altemeyer, se apartan de la apertura al cambio y se identifican con la conservación, es decir, con los valores del apego a las costumbres e ideas más tradicionales de la sociedad.”[2]

Claro, eso son los valores típicos de una sociedad conservadora, pendenciera, asociada a un estado confesional, que no reconoce la diferencia; es la típica sociedad del siglo XIX; la del no a la eutanasia, al aborto, al matrimonio gay, a las relaciones por fuera del matrimonio; es aquella sociedad del control, de la vigilancia, de la seguridad basada en más pie de fuerza. Es la sociedad oscura que amplios sectores sociales y políticos quieren que continúe, eso sí, mientras sus beneficios económicos se mantengan intactos.

De mantenerse el silencio de aquellos que no pueden guardar silencio, es decir, intelectuales, docentes, políticos de la Oposición y en general, todos aquellos que se consideren liberales, en su más elevada acepción, el uribismo arrasará con el pluralismo, el disenso y con la discusión libre de las ideas, entronizando en lo más profundo de la sociedad, esas ideas conservadoras que hoy sustentan el proyecto hegemónico uribista.

En el aula de clase tenemos la oportunidad de refundar la política y de controvertir el forzoso consenso de un pensamiento único orquestado por medios masivos, periodistas, seguidores uribistas y por el sospechoso, inconveniente y peligroso silencio de aquellos a quienes no les podemos aceptar que callen en estos momentos.

Pensar el país más allá de celebraciones patrióticas es hoy una obligación inclaudicable de todos aquellos que deseen vivir en el siglo XXI, sin añorar los oscuros episodios del XIX.

[1] EL ESPECTADOR. COM, , 23 de julio de 2008

[2] FORERO TASCÓN, Álvaro. ¿Cómo se construyó el Uribismo? EL ESPECTADOR.COM, 27 de julio de 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Brillante!!! De verdad. Hubiese querido escribirlo yo misma. Pero creo que su pirámide invertida está al revés, yo le habría volteado el discurso para captar la última parte donde hablas de responsabilidad individual frente a lo político, porque es un discurso más pasional, elocuente y convocante y habría dejado para lo último ese análisis sobre el extraño silencio cautelar de nuestros admirados izquierdistas. Ojala no sea omisión sino el trazado de silencio para sacudir que han adoptado grupos como los indígenas con sus cien años de silencio y de fortalecimiento político.

De todos modos con los continuos escándalos también Uribe trabaja ardorosamente buscando las estratagemas para desbaratar a la oposición. Si se descuida un tanto es posible que aparezcan golpes más certeros que darle, para evitar el horroroso desgaste que no ha tenido logros formidables para la izquierda sino para la derecha.

Pero insisto: brillante!!!!

Diana M