Por
Germán Ayala Osorio
Es claro que a lo largo de la historia, la clase política colombiana ha sido incapaz de guiar con suficiencia y efectividad los destinos de Colombia hacia la modernidad, especialmente desde la perspectiva del Estado, que a medias logra mantener la cohesión de la Nación. Y qué decir de la dirigencia económica y de las contadas familias que ordenan sobre los asuntos públicos: solo les preocupa mantener sus privilegios, lo que es clara muestra de lo lejos que están del sentido de lo Público y del concepto de democracia económica.
Quizás, entonces, por las circunstancias reseñadas, pocas voces se oyen en contra de la propuesta del Presidente, dirigida a los directores de las micro empresas electorales que lo llevaron al poder y que hoy conforman la coalición de gobierno en el Congreso: disuélvanse y formen un partido único. Un partido que recoja el pensamiento uribista, como respuesta al incontrolable carácter megalómano del Presidente. Ya lo había sugerido en su momento Luis Carlos Restrepo, en medio de la ebullición del escándalo de la parapolítica.
Sin duda, ese será el gran paso hacia la consolidación de una democracia de mano dura en Colombia, que sin reconocerse como dictadura, perseguirá, superando al gobierno de Julio César Turbay, a todas aquellas voces que decidan no articularse al Pensamiento único colombiano que florece desde 2002.
La derecha colombiana anda feliz con Uribe y con su idea de disolver los partidos de garaje que lo llevaron a la Casa de Nariño, porque el dirigente antioqueño es quien mejor ha interpretado sus ideas políticas, traducidas en concentración de la riqueza y del poder político, aniquilamiento del pensamiento crítico, bien por la vía del amedrentamiento, la desaparición, el desprestigio; o lo peor, el evidente disgusto que sienten la derecha y Uribe, hacia la separación de los poderes, de ahí que se entienda porqué el gobierno viene orquestando procesos difamatorios contra los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que muy acuciosos, han logrado develar la cooptación paramilitar de la institución legislativa. La derecha solo aplaude, mientras Uribe se aferra al poder.
No es necesario que Uribe le pida lo mismo a los partidos tradicionales, Liberal y Conservador, por cuanto el peso de éstos en la vida política es relativo, pues con sus silencios, apoyos soterrados, divisiones internas y sus viejas crisis ideológicas y programáticas, permitieron el ascenso sin control político, de un líder que mira con desdén la política, los partidos, el estado social de derecho y el derecho internacional. Justo lo que se necesita para consolidar un régimen con oscuras orientaciones, de claro perjuicio para las libertades ciudadanas. Esta es la oportunidad que la derecha estaba esperando desde tiempos remotos, para imponer un proceso civilizatorio que vaya haciendo posible el anhelo de todos aquellos, que como Álvaro Mutis, sueñan vivir en una monarquía, o en su defecto, con una aristocracia que dé sentido a sus mezquinas ideas políticas. Tocará, en breve, hincarse a los pies del Reyezuelo y salvador incontrastable.
Imagino la sonrisa y la complacencia de la dirigencia colombiana al ver cómo, poco a poco, pero sistemáticamente, Uribe les va devolviendo el apoyo irrestricto que ha recibido desde 2002, diseñándoles el país que siempre han soñado: sin prensa libre, sin críticos que hagan daño, una izquierda desarticulada por su propia incapacidad de erigirse como una opción válida de poder; una justicia atemorizada y unas fuerzas para estatales listas a entrar en acción en cualquier momento.
La necesidad de que Uribe continúe en el poder se explica, también, por el miedo y rechazo que genera en los Estados Unidos, la consolidación de los proyectos socialistas en Venezuela y Ecuador. Por eso los gringos necesitan hoy más que nunca, que la derecha colombiana se afiance en el poder, para desde ahí, vigilar y controlar a quienes giraron a la izquierda y les dañaron el vecindario.
Después del partido único, la violación de los derechos civiles y de las propias libertades ciudadanas, serán pan de cada día en Colombia. Muchos dirán, pero siempre ha sido así. La diferencia estará en que no habrá instituciones del Estado que reciban las denuncias, ni medios masivos y periodistas que informen acerca de las atrocidades cometidas y por cometer. Entonces, la violación de los derechos humanos será un asunto propio de los más altos intereses del Estado, de ahí que serán legítimos y legales.
Y pensar que en las selvas colombianas aún sobrevive un grupo de criminales que dice tener y ofrecer un proyecto de izquierda, pero que desde hace muchos años, ofrece el mismo terror que generan las fuerzas de la derecha que también, de tiempo atrás, gobiernan en Colombia.
Al parecer, el concepto de democracia que conocen y comparten las Farc, Chávez, Correa, Uribe y la derecha colombiana es aquel que acuñó Millor Fernández: “La democracia comienza a la hora de votar y termina a la hora de contar."
Quizás, entonces, por las circunstancias reseñadas, pocas voces se oyen en contra de la propuesta del Presidente, dirigida a los directores de las micro empresas electorales que lo llevaron al poder y que hoy conforman la coalición de gobierno en el Congreso: disuélvanse y formen un partido único. Un partido que recoja el pensamiento uribista, como respuesta al incontrolable carácter megalómano del Presidente. Ya lo había sugerido en su momento Luis Carlos Restrepo, en medio de la ebullición del escándalo de la parapolítica.
Sin duda, ese será el gran paso hacia la consolidación de una democracia de mano dura en Colombia, que sin reconocerse como dictadura, perseguirá, superando al gobierno de Julio César Turbay, a todas aquellas voces que decidan no articularse al Pensamiento único colombiano que florece desde 2002.
La derecha colombiana anda feliz con Uribe y con su idea de disolver los partidos de garaje que lo llevaron a la Casa de Nariño, porque el dirigente antioqueño es quien mejor ha interpretado sus ideas políticas, traducidas en concentración de la riqueza y del poder político, aniquilamiento del pensamiento crítico, bien por la vía del amedrentamiento, la desaparición, el desprestigio; o lo peor, el evidente disgusto que sienten la derecha y Uribe, hacia la separación de los poderes, de ahí que se entienda porqué el gobierno viene orquestando procesos difamatorios contra los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que muy acuciosos, han logrado develar la cooptación paramilitar de la institución legislativa. La derecha solo aplaude, mientras Uribe se aferra al poder.
No es necesario que Uribe le pida lo mismo a los partidos tradicionales, Liberal y Conservador, por cuanto el peso de éstos en la vida política es relativo, pues con sus silencios, apoyos soterrados, divisiones internas y sus viejas crisis ideológicas y programáticas, permitieron el ascenso sin control político, de un líder que mira con desdén la política, los partidos, el estado social de derecho y el derecho internacional. Justo lo que se necesita para consolidar un régimen con oscuras orientaciones, de claro perjuicio para las libertades ciudadanas. Esta es la oportunidad que la derecha estaba esperando desde tiempos remotos, para imponer un proceso civilizatorio que vaya haciendo posible el anhelo de todos aquellos, que como Álvaro Mutis, sueñan vivir en una monarquía, o en su defecto, con una aristocracia que dé sentido a sus mezquinas ideas políticas. Tocará, en breve, hincarse a los pies del Reyezuelo y salvador incontrastable.
Imagino la sonrisa y la complacencia de la dirigencia colombiana al ver cómo, poco a poco, pero sistemáticamente, Uribe les va devolviendo el apoyo irrestricto que ha recibido desde 2002, diseñándoles el país que siempre han soñado: sin prensa libre, sin críticos que hagan daño, una izquierda desarticulada por su propia incapacidad de erigirse como una opción válida de poder; una justicia atemorizada y unas fuerzas para estatales listas a entrar en acción en cualquier momento.
La necesidad de que Uribe continúe en el poder se explica, también, por el miedo y rechazo que genera en los Estados Unidos, la consolidación de los proyectos socialistas en Venezuela y Ecuador. Por eso los gringos necesitan hoy más que nunca, que la derecha colombiana se afiance en el poder, para desde ahí, vigilar y controlar a quienes giraron a la izquierda y les dañaron el vecindario.
Después del partido único, la violación de los derechos civiles y de las propias libertades ciudadanas, serán pan de cada día en Colombia. Muchos dirán, pero siempre ha sido así. La diferencia estará en que no habrá instituciones del Estado que reciban las denuncias, ni medios masivos y periodistas que informen acerca de las atrocidades cometidas y por cometer. Entonces, la violación de los derechos humanos será un asunto propio de los más altos intereses del Estado, de ahí que serán legítimos y legales.
Y pensar que en las selvas colombianas aún sobrevive un grupo de criminales que dice tener y ofrecer un proyecto de izquierda, pero que desde hace muchos años, ofrece el mismo terror que generan las fuerzas de la derecha que también, de tiempo atrás, gobiernan en Colombia.
Al parecer, el concepto de democracia que conocen y comparten las Farc, Chávez, Correa, Uribe y la derecha colombiana es aquel que acuñó Millor Fernández: “La democracia comienza a la hora de votar y termina a la hora de contar."
1 comentario:
Excelente !
Hace muy pocos dias, comentaba a unos amigos que conoci a Colombia en la epoca de Turbay pero que nunca me habia sentido tan asustada por ejercicio del poder ejecutivo como en este momento. Que Turbay habia reprimido las oposiciones de manera violentisima, casi dictatorial pero que no habia pretendido absorber en el ejecutivo las otras ramas del poder democratico, estrategia propia a las dictaduras militares y a los regimes civiles autoritarios.
O sea, que la situacion colombiana de hoy dia -en terminos democraticos y/o republicanos- es peor de lo que he conocido hasta ahora.
Y lo que me asusta es que todo el apoyo que recibe Uribe no es solo y unicamente de los sectores de derecha sino de un monton de Colombianos, sin conviccion politica precisa, pero que siempre van hacia donde sopla el viento y que reaccionan frente a Uribe como peones neo-coloniales frente a un "patron" paternalista, hecho pa'lente, duro como debe ser un patron, etc.
Y la actitud de estos ultimos me hicieron recordar, y de manera muy amenuda, este poema de Martin Niemoeller :
"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
O este afiche del junio 68 en Francia cuando el triunfo electoral gaullista "regreso a la normalidad..."
acompañado por esta leyenda :
j'me souviens surtout d'ces moutons, / effrayés par la Liberté,
s'en allant voter par millions / pour l'ordre et la sécurité.
Me recuerdo sobre todo de estas ovejas / asustadas por la libertad
yendose a votar por millones / por el orden y la seguridad
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