Por
Germán Ayala Osorio, politólogo y profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente
El sonado retiro de 27 militares pone de presente que el asunto de los falsos positivos era y es una práctica cotidiana dentro de las filas del ejército. Y lo es así por varios factores: el primero y quizás el más importante, por la presión que ejerce el Presidente sobre la tropa para que entregue más y mejores resultados operacionales, esto es, muertos en combate.
Esa presión arroja a la tropa a cometer excesos porque no sólo media el cumplimiento de la orden presidencial, por aquello de la siempre discutida obediencia debida, sino porque eventualmente se pone en evidencia una empatía y hasta una coincidencia ideológica e incluso, identitaria, entre el Presidente y los militares; y esto se expresa en la generación de odios incontenibles en la tropa hacia específicos grupos humanos: sindicalistas, librepensadores, indígenas(en palabras del Presidente y del mismo ministro Santos, verdaderos terroristas porque se atreven a reclamar el respeto a sus derechos), negros, periodistas, mendigos y vagos, entre otros.
Un Presidente que se reconoce como gamín, camorrero, que ofrece expresiones como te doy en la cara marica y que es muy dado a la confrontación violenta, es precisamente el mejor ejemplo para quienes en momentos precisos deben enfrentar situaciones apremiantes, o cuando se ven confrontados en su quehacer o en sus convicciones.
El segundo factor tiene que ver con lo estipulado en el Decreto Boina que premia los positivos resultados en operaciones contra insurgentes, sin que el país conozca con claridad qué controles se ejercen para la entrega de recompensas o bonificaciones y si lo indicado en dicho decreto se cumple a cabalidad.
El tercer factor tiene que ver con los criterios de selección del personal y de su control, pues algo está fallando en esta materia. Es claro que dentro de la tropa existen soldados profesionales, suboficiales y oficiales con un perfil militar, operacional y psicólogico propio de mercenarios, lo que los convierte fácilmente en criminales a sueldo. ¿Qué acompañamiento psicológico hay para este personal y para su familia? ¿Qué hace el Estado por ellos? ¿Qué alternativas les ofrece, por ejemplo, a quienes hoy sobreviven mutilados, o desquiciados por los nocivos efectos de la guerra?; ése es un fantasma que persigue, sin duda, a quienes combaten en la selva.
El cuarto factor tiene que ver con un elemento abstracto si se quiere, pero que de alguna manera puede incidir: el mal ejemplo que ofrecen las élites políticas, económicas y sociales del país. No podemos exigir actuaciones correctas a quienes desde su ignorancia (muchos de ellos con escasa formación ética y moral) ven cómo los ciudadanos de bien de este país actúan de manera incorrecta, es decir, roban el erario público, desvían recursos privados, o participan, directa o indirectamente en asesinatos, entre otros delitos. Se suma además el que la tropa pueda sentirse subvalorada cuando compara los salarios que recibe, con los que tienen, por ejemplo, nuestros honorables congresistas.
Complejos resultan los problemas internos que enfrenta un ejército, mejor equipado hoy en pertrechos y recursos militares, pero sin la convicción de que efectivamente el país cambiará con sus denodados esfuerzos operacionales. ¿Estarán convencidos acaso de que alcanzarán la pacificación del país? ¿Creen realmente en que es posible acabar con el enemigo? ¿Quieren realmente acabar con ese señalado enemigo? Se ha pensado por ejemplo ¿qué hará el Estado con el ejército y las fuerzas militares una vez acaben con las FARC? ¿Qué piensa la tropa, no sólo la cúpula, de un eventual proceso de paz con las guerrillas?
También hay que señalar que los falsos positivos se dan en un contexto de una guerra degradada, en la cual los diferentes actores han perdido la noción de los límites, lo que los pone a todos en la misma capacidad de hacer daño a civiles que no comparten el actuar de ninguna de las fuerzas en conflicto. Ese es el riesgo que se corre cuando se opta por la vía militar para solucionar el complejo conflicto armado interno. Los señores de la guerra lo saben.
Hay que señalar también que la fuerte y ejemplar decisión presidencial puede estar apoyada en las evidencias entregadas por una investigación interna, o por el contrario, en la presión que ejerce el eventual triunfo de Barak Obama, candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos y en general, por la opinión pública nacional e internacional que señala al gobierno como violador de derechos humanos.
Ojalá que la discrecionalidad de la drástica decisión presidencial no se haya dado para enfrentar un asunto de mala imagen internacional. Es necesario que se evalúe la situación interna de la fuerza, pues de ello depende la legitimidad y la continuidad de la política de seguridad democrática.
Me pregunto qué harán estos militares retirados. Acaso formarán parte de las emergentes fuerzas paramilitares o terminarán contratados, por debajo de la mesa, por sus antiguos compañeros, para continuar con el trabajo sucio en lo que ya puede considerarse como una perversa política de violación de los derechos humanos. Seguirá siendo responsabilidad del Estado, del gobierno de Uribe y de las fuerzas militares el futuro accionar de estos ex militares.
Germán Ayala Osorio, politólogo y profesor Asociado de la Universidad Autónoma de Occidente
El sonado retiro de 27 militares pone de presente que el asunto de los falsos positivos era y es una práctica cotidiana dentro de las filas del ejército. Y lo es así por varios factores: el primero y quizás el más importante, por la presión que ejerce el Presidente sobre la tropa para que entregue más y mejores resultados operacionales, esto es, muertos en combate.
Esa presión arroja a la tropa a cometer excesos porque no sólo media el cumplimiento de la orden presidencial, por aquello de la siempre discutida obediencia debida, sino porque eventualmente se pone en evidencia una empatía y hasta una coincidencia ideológica e incluso, identitaria, entre el Presidente y los militares; y esto se expresa en la generación de odios incontenibles en la tropa hacia específicos grupos humanos: sindicalistas, librepensadores, indígenas(en palabras del Presidente y del mismo ministro Santos, verdaderos terroristas porque se atreven a reclamar el respeto a sus derechos), negros, periodistas, mendigos y vagos, entre otros.
Un Presidente que se reconoce como gamín, camorrero, que ofrece expresiones como te doy en la cara marica y que es muy dado a la confrontación violenta, es precisamente el mejor ejemplo para quienes en momentos precisos deben enfrentar situaciones apremiantes, o cuando se ven confrontados en su quehacer o en sus convicciones.
El segundo factor tiene que ver con lo estipulado en el Decreto Boina que premia los positivos resultados en operaciones contra insurgentes, sin que el país conozca con claridad qué controles se ejercen para la entrega de recompensas o bonificaciones y si lo indicado en dicho decreto se cumple a cabalidad.
El tercer factor tiene que ver con los criterios de selección del personal y de su control, pues algo está fallando en esta materia. Es claro que dentro de la tropa existen soldados profesionales, suboficiales y oficiales con un perfil militar, operacional y psicólogico propio de mercenarios, lo que los convierte fácilmente en criminales a sueldo. ¿Qué acompañamiento psicológico hay para este personal y para su familia? ¿Qué hace el Estado por ellos? ¿Qué alternativas les ofrece, por ejemplo, a quienes hoy sobreviven mutilados, o desquiciados por los nocivos efectos de la guerra?; ése es un fantasma que persigue, sin duda, a quienes combaten en la selva.
El cuarto factor tiene que ver con un elemento abstracto si se quiere, pero que de alguna manera puede incidir: el mal ejemplo que ofrecen las élites políticas, económicas y sociales del país. No podemos exigir actuaciones correctas a quienes desde su ignorancia (muchos de ellos con escasa formación ética y moral) ven cómo los ciudadanos de bien de este país actúan de manera incorrecta, es decir, roban el erario público, desvían recursos privados, o participan, directa o indirectamente en asesinatos, entre otros delitos. Se suma además el que la tropa pueda sentirse subvalorada cuando compara los salarios que recibe, con los que tienen, por ejemplo, nuestros honorables congresistas.
Complejos resultan los problemas internos que enfrenta un ejército, mejor equipado hoy en pertrechos y recursos militares, pero sin la convicción de que efectivamente el país cambiará con sus denodados esfuerzos operacionales. ¿Estarán convencidos acaso de que alcanzarán la pacificación del país? ¿Creen realmente en que es posible acabar con el enemigo? ¿Quieren realmente acabar con ese señalado enemigo? Se ha pensado por ejemplo ¿qué hará el Estado con el ejército y las fuerzas militares una vez acaben con las FARC? ¿Qué piensa la tropa, no sólo la cúpula, de un eventual proceso de paz con las guerrillas?
También hay que señalar que los falsos positivos se dan en un contexto de una guerra degradada, en la cual los diferentes actores han perdido la noción de los límites, lo que los pone a todos en la misma capacidad de hacer daño a civiles que no comparten el actuar de ninguna de las fuerzas en conflicto. Ese es el riesgo que se corre cuando se opta por la vía militar para solucionar el complejo conflicto armado interno. Los señores de la guerra lo saben.
Hay que señalar también que la fuerte y ejemplar decisión presidencial puede estar apoyada en las evidencias entregadas por una investigación interna, o por el contrario, en la presión que ejerce el eventual triunfo de Barak Obama, candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos y en general, por la opinión pública nacional e internacional que señala al gobierno como violador de derechos humanos.
Ojalá que la discrecionalidad de la drástica decisión presidencial no se haya dado para enfrentar un asunto de mala imagen internacional. Es necesario que se evalúe la situación interna de la fuerza, pues de ello depende la legitimidad y la continuidad de la política de seguridad democrática.
Me pregunto qué harán estos militares retirados. Acaso formarán parte de las emergentes fuerzas paramilitares o terminarán contratados, por debajo de la mesa, por sus antiguos compañeros, para continuar con el trabajo sucio en lo que ya puede considerarse como una perversa política de violación de los derechos humanos. Seguirá siendo responsabilidad del Estado, del gobierno de Uribe y de las fuerzas militares el futuro accionar de estos ex militares.
3 comentarios:
German ayer escuchaba por caracol en la noche a varios expertos, con la conduccion de Nestor Morales referirse al tema especifico y de verdad que es preocupante, no la situacion de los falsos positivos, porque esta lleva varios mandatos presidenciales encima, sino por la poca evolucion que hemos tenido los seres humanos como tales hacia lo que es respetar la vida de los demas; y no hablo solamente del pueblo colombiano por su actitud sino de los demas pueblos que no escapan de estas irregularidades, pues historicamente se conoce de hechos de barbarie en otras latitudes que desdicen mucho de lo que debemos ser como seres humanos.
Algunos humanistas llaman la atencion sobre las diferentes pulsiones con las cuales vivimos a diario y delgado hilo que separa la parte animal de la racional y de verdad que estamos tirando mas hacia el lado " A" que hacia el "R" y por esto creo que debemos hilar de otra forma la problematica. Como docentes, profesionales, padres, seria bueno tambien ver la situacion desde perspectivas humanistas con el fin de buscar otras causas de estos comportamientos que desdicen mucho de nosotros los seres "R".
Jairo
COMENTARIO AL RESPECTO: CUANDO MI ABUELO COMBATIO EN EL EJERCITO CON TIRO FIJO, SANGRE NEGRA, CONTABA TAL VEZ HORRORES DE LA GUERRA INTERNA CUANDO LLEGABA A LA CASA A DESCANSAR POR LAPOSOS CORTOS, TAL AHÍ EN EL CAMPO DE ACCION MORIAN MILITARES, CIVILES, Y GUERRILLA, FUE UN EPISIDIO TAL VEZ MUY FUERTE Y VERDADERO PERO ESO SOLO LO SABE QUIEN ESTA EN EL FRENTE Y LAS NOTICIAS SIEMPRE GURDAN TODO, ES DURO PARA LAS PERSONAS QUE VIVEN SU VIDA MILITAR TAL VEZ SE ACOSTUMBRAN A ESO Y EN EL CAMPO SE DEFIENDEN COMO PUEDEN ASI QUE ESA PARTE DE DURO DE JUSGAR DESDE LA PERPECTIVA DEL SER HUMANO SIN ENFRENTAR O SOBREVIVIR POR UNA FAMILIA QUE LO ESPERA EN CASA, COMPELTO O INCOMPLETO PERO IGUAL LO ESPERA, Y SI TIENEN CONVICCIÓN PORQUE CREEN QUE LUCHAR ES LA SOLUCIÓN YA CUANDO SALE VIEJOS, AGOTADOS O EN LAS FILAS DEL COMBATE PENSARAN NO ES LA SOLUCIÓN PERO AHÍ DEFIENDE CADA UNO SUS VIDAS….
Y MI ABUELO NUNCA PENSO EN QUE SE ACABARIA LA GUERRILLA AL CONTRARIO SE CALMAN Y VUELVEN A TOMAR MÁS FUERZA… AHORA ESTÁN ASÍ ESPEREMOS DONDE SE AGRUPAN…
bERTHA
Como siempre... excelente !
Comparto todas estas analisis y reflexiones.
Uribe se adelanta a una posible victoria de Obama ? Donde iran a parar estos jubilados de las FFAA? Etc.
Cordialmente,
Sylviane
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