YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 2 de noviembre de 2012

EL CONTEXTO EN LA FORMACIÓN DE COMUNICADORES SOCIALES- PERIODISTAS (I)

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

La concentración de los medios masivos en grandes y poderosas corporaciones, viejos casos de censura y los más recientes de autocensura, así como los nocivos efectos políticos, sociales y económicos que han dejado tratamientos periodísticos-noticiosos ligeros e irresponsables de la gran prensa colombiana, deberían servir para que varias Facultades de Comunicación Social-Periodismo del país revisen sus mallas curriculares o por lo menos, discutan sobre los perfiles profesionales que dicen promover y garantizar en sus planes de estudio.  

Sin duda, estamos ante circunstancias que cuestionan y deslegitiman el ejercicio periodístico, que confrontan e invalidan principios constitucionales, y que además,  pueden desmotivar a los recién matriculados, o a aquellos que están en tránsito de salir de las facultades de periodismo.

Debería de ser un tema de trascendental discusión en los comités de currículo de las Facultades de periodismo, entre los profesores, pero sobre todo, entre los estudiantes que llegan con la ilusión de formarse como periodistas. Incluso, creo que debería de ser un tema de discusión de las instituciones educativas en sí mismas, por aquello de la responsabilidad que les cabe a la hora de formar y lanzar al mercado a cientos de miles de profesionales que se van a encontrar con unas bien difíciles condiciones laborales y contextuales para el ejercicio de la profesión.

Lo cierto es que tanto las Facultades de periodismo, como aquellas que de manera amplia ofrecen formación en periodismo bajo esa gran ‘sombrilla’ conceptual llamada comunicación social, tienen la responsabilidad social y política de mirar el contexto en el que se desenvuelve hoy el oficio del periodismo, en un país como Colombia en donde cada vez más las empresas mediáticas yuxtaponen sus intereses económicos a los de las audiencias que esperan información clara, veraz e imparcial. Incluso, es posible que para muchas el ‘apellido’ periodista deba de ser retirado si se llega a la conclusión de que básicos y mínimos elementos formativos ya no hacen parte del programa de estudios.

La pregunta es, entonces, ¿cuál debería de ser el perfil del periodista hoy en un país y en un mundo en donde las grandes empresas mediáticas claudican editorial y políticamente ante el poder económico de anunciantes y de propietarios que cada vez más fungen como capataces que tienen el poder de ocultar la verdad a cambio de dinero y de conservar relaciones políticas con un Gobierno en particular? Complejo asunto.

Si los medios masivos no son una fuente de empleo (además, pagan mal) para los periodistas egresados, hay que mirar lo que viene sucediendo en la Red con iniciativas periodísticas aupadas por fundaciones o por grupos de profesionales dispuestos a mantener el medio, a pesar de las dificultades económicas y la respuesta de los públicos. Hay allí, entonces, un camino que puede conducir a una modificación en los perfiles profesionales ofrecidos por dichas facultades.

La ruta empresarial que se abre allí no puede seguirse a merced de una férrea formación ética y académica, en campos que hoy varias facultades de comunicación social-periodismo y de periodismo parecen haber dejado a un lado.

Muchas han dejado atrás la preparación en escritura, sea periodística o no, lo que se convierte en un hecho negativo para aquellos que han egresado o que están por egresar. Se suma a este panorama, el desmonte de asignaturas de contexto, que para el caso de Colombia, deberían estar asociadas y conectadas con la sociología, la antropología, la ciencia política, la historia y la economía, entre otros.

Resulta inaceptable y contradictorio que el conflicto armado interno de Colombia no atraviese la formación de comunicadores sociales y de periodistas.

Recordemos lo dicho por Bourdieu cuando se pregunta qué es lo que realmente está en poder de los periodistas: “Entre las cosas que dependen de ellos figura el manejo de las palabras. A través de las palabras producen ciertos efectos y ejercen una violencia simbólica. Por lo tanto, controlando el uso de las palabras pueden limitar los efectos de la violencia simbólica…”[1].

Algunos creen que es suficiente con abrir cursos electivos para dar cuenta de que sí se está mirando el contexto. Grave error. Por el contrario, si hay un oficio o profesión que requiere con mayor exigencia el abordaje transdisciplinar es el del comunicador social, y en particular, quien busca y piensa dedicar su vida al ejercicio periodístico, bien como periodista independiente, bloguero o como parte del proceso industrial de producción de hechos noticiosos.

La baja capacidad de los estudiantes de comunicación social- periodismo y de comunicadores ya egresados, para analizar y comprender hechos alrededor de episodios, coyunturas y de la propia historia del país y para establecer conexiones con un mundo globalizado, pero sobre todo, para producir textos no necesariamente periodísticos, tiene en los problemas de escritura un fuerte obstáculo que en ocasiones las facultades de comunicación social no enfrentan con todo el rigor y la seriedad que se necesitan para superarlo.

No mirar de manera crítica el devenir del país, de la guerra interna y del proceso de paz que recién se inició entre Farc y el Gobierno de Santos, en un contexto mundial complejo, y abandonar la formación en retórica, argumentación y en general en ciencias sociales y afines, pone a las facultades de periodismo en riesgo de transitar los caminos de centros técnicos y tecnólogicos, con un ropaje profesional que no les queda.


[1] Bourdieu, Pierre. Cuestión de palabras, una visión más modesta del rol de los periodistas. Editions Agone, Marseille, France, 2002.

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