Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Con la firme intención de aportar puntos de vista alrededor del tema de la formación de comunicadores sociales-periodistas en Colombia, ofrezco esta segunda reflexión. Los comentarios recibidos a la anterior motivaron en parte la construcción de esta segunda columna.
Existen hoy en Colombia facultades de comunicación social que forman comunicadores sociales-periodistas sin mayores exigencias en campos como la escritura, esto es, la redacción de textos académicos, tipo ensayo, que le permitan a aquellos cualificarse en este aspecto vital no sólo para el desempeño en medios, sino en cualquier otro campo donde decidan incursionar. En algunas facultades insisten exclusivamente en la escritura noticiosa sobre la base de enseñar a escribir noticias. En ambos casos, estamos ante crasos errores en la formación de los estudiantes, lo que debería de preocupar al Ministerio de Educación y autoridades como el ICFES, en tanto que la lecto-escritura está dejando de ser el pivote sobre el cual se forman ciudadanos y profesionales capaces de comprender complejos contextos locales y mundiales.
El panorama se hace aún más complejo cuando las actividades curriculares, tendientes a formarlos en el pensamiento crítico, sistémico y complejo, se redujeron al máximo, por presiones del mercado y de sus fuerzas que señalan, erróneamente, que el mundo lo que necesita hoy es operadores de cámaras de televisión y de fotografía, así como excelentes navegadores digitales, y no analistas y agudos críticos de un sistema capitalista y de un modelo económico que deshumanizan las relaciones humanas. Así, entonces, por seguir las tendencias del mercado, hay Facultades de Comunicación Social-Periodismo y de Periodismo, que están formando ‘profesionales’ incapaces de establecer conexiones disciplinares que les permitan descifrar lo que un hecho político, económico o social oculta detrás, en especial cuando este es elevado a la categoría de noticioso.
El panorama empeora cuando se advierte el bajísimo nivel educativo con el que egresan estudiantes de colegios oficiales y privados, en los que igualmente la lectura y la escritura son actividades marginales que no atraviesan transversalmente la formación de éstos, en especial para aquellos que buscarán llegar a la Universidad.
Otro elemento preocupante tiene que ver con la reducción del tiempo de duración de las carreras. Si ya la calidad y la integralidad de la formación universitaria es regular o deficiente, reducir las carreras a cuatro años hace más grandes los vacíos conceptuales y contextuales con los que pronto egresarán de dichas facultades. Pensar que esos vacíos se pueden llenar estudiando posgrados (especializaciones y maestrías), obedece más a una pretensión del mercado, que a una realidad.
Es posible que haya aspectos, temas y asuntos disciplinares que puedan ampliarse y mejorarse estudiando una especialización o una maestría, pero hay elementos fundantes, como la escritura y el pensamiento sistémico, que no pueden dilatarse en el tiempo.
Concibo al comunicador social- periodista como un intelectual y como un político, en especial, comprometido con ejercicios discursivos que claramente busquen develar lo que las fuerzas del mercado y poderosos actores políticos buscan ocultar, bien investidos como fuentes oficiales o reconocidos voceros, o como preocupantes circunstancias económicas como las que hoy exhibe el mundo, sometido a las dinámicas e intereses del sistema financiero internacional.
Así las cosas, es urgente que las facultades de comunicación social- periodismo que redujeron talleres de lectura y escritura, borraron de su malla curricular las materias de contexto, por ejemplo la historia, comprendan que están haciendo un flaco favor a una carrera joven y a un campo disciplinar que requieren legitimarse a través de las reflexiones propias de los egresados de comunicación social y de un ejercicio serio y riguroso de la opinión, de la crítica y de la entrega de información periodística-noticiosa de calidad, es decir, por fuera del afán de conseguir la ‘chiva’.
Llegará el momento en que el mercado laboral empezará a exigir mejor y mayor calidad a las facultades de comunicación social que creyeron que, formando profesionales sin contexto y neoanalfabetas, era suficiente para garantizarles un puesto como operadores o tecnólogos en comunicación social y periodismo.
Es cuestión de tiempo para que unos y otros, facultades y nuevos estudiantes y egresados, se den cuenta del gran valor que tiene recibir una educación en donde se enseñe a pensar, a discutir, a establecer conexiones, a colegir, a dudar y a divulgar las ideas a través de disímiles formas discursivas.
1 comentario:
Hola Uribito:
¡Buen día!
Como el tema de las dos columnas que acabo de leer es el mismo, pues me pronuncio al respecto.
Estamos de acuerdo con las críticas especificas pero, en realidad, esa situación es coyuntural, en el sentido que lo que está bajo la manga y en crisis es el sistema de formación de profesionales.
Desde que el MEN instituyó la "formación por competencias" se instrumentalizó el conocimiento y las universidades dejaron de formar profesionales para formar técnicos de un conocimiento. la instrumentalización es tan alta, que no solo se da en tu profesión sino también en todas las profesiones y, dentro de esta situación, lo más sacrificado es la escritura. ¡Lamentable error!
Luis F.
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