YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 29 de enero de 2013

CIRCUNSTANCIAS QUE RODEAN EL PROCESO DE PAZ SANTOS-FARC

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Los voceros de las Farc y del Gobierno aseguran que el proceso va bien y que las negociaciones van a buen ritmo.  Pero la verdad es que hay la sensación, creada por los medios masivos, de que los diálogos no van para ninguna parte, a pesar de las ‘coincidencias’ que comparten los voceros- negociadores tanto de las Farc, como del Gobierno, en lo que toca al tema agrario. Pero más allá de los efectos de una prensa enemiga del proceso de paz, pueden existir varias circunstancias y hechos que hacen pensar que efectivamente el proceso de paz no va tan bien como se señala desde Cuba.

Por miedo y rechazo a los fantasmas sociales y políticos que dejaron los diálogos del Caguán, Farc y Gobierno[1] de Santos acordaron hablar fuera del país. De allí que el primer hecho o la primera circunstancia negativa alrededor de la confianza y del consenso que debe tenerse y generarse alrededor de los diálogos de paz, tiene que ver con el lugar geográfico en donde se habla de paz: La Habana. La historia política e ideológica del régimen de los Castro y el caso Chávez[2], asustan cada vez más a una derecha que no está dispuesta a ceder en materia de beneficios y en cuanto al control de los medios de producción y la  propiedad privada, asuntos centrales si de verdad se quiere avanzar hacia la construcción de escenarios de paz y de posconflicto, que serían inviables si no se logra cambiar el modelo económico y el régimen político que operan en Colombia de tiempo atrás.

Sin duda, sobre el socialismo cubano y sobre el socialismo del siglo XXI de Venezuela hay demasiadas reservas, se han creado miedos y una fuerte aversión en poderosos sectores políticos, económicos y sociales de Colombia. Reconocer que hay pobreza y que asistimos a un régimen de poder injusto, no es suficiente para convencer a ganaderos, ‘Cacaos’ y agroindustriales de que es legítimo devolver o ceder tierras en nombre de la paz y de distribuir/compartir la riqueza. En el fondo, la vieja dicotomía entre capitalismo-socialismo sigue sirviendo de combustible ideológico y político con el que, muy seguramente, se terminará incendiando el actual proceso de paz entre la cúpula de las Farc[3] y el Gobierno de Santos.

El segundo hecho o circunstancia tiene que ver con el escaso consenso social y político que los voceros de ambos bandos han logrado en el país. Estamos ante un consenso político, articulado más a los intereses y estratagemas con los que Santos mantiene sólida la llamada Unidad Nacional dentro del Congreso. Es decir, se cambia apoyo político al proceso, por cargos, contratos y burocracia, pero no existe un real convencimiento sobre la agenda a discutir, pero en especial, sobre lo que significaría para el país que las partes dialogantes llegaran a acuerdos que demandaran un papel más protagónico del Congreso y de otras instituciones del Estado, no articuladas necesariamente a los intereses del Gobierno de Santos.

Al hostil ambiente político y social que rodea al proceso de paz, se suman el elemento electoral, en el que se destacan las intenciones de Álvaro Uribe Vélez[4] de buscar llegar al Congreso de 2014, con la firme intención de  torpedear posibles acuerdos a los que puedan llegar las partes negociadoras y que necesiten ser refrendados dentro del Congreso. Esa temprana circunstancia electoral tiene a Santos y a sus cercanos colaboradores, más pendientes de asegurar la reelección, lo que puede llevarlos a tomar distancia del proceso de paz, endurecer posiciones, para asegurar la continuidad al frente de la Presidencia.

La otra circunstancia tiene que ver con la presencia y el papel que la prensa viene jugando desde que arrancaron los diálogos de paz. Si bien mantener alejada a la gran prensa del proceso fue un asunto acordado entre las partes, dado los nefastos tratamientos periodístico-noticiosos dados durante el fallidos proceso de paz dado entre Pastrana y las Farc, en la zona del Caguán, las empresas mediáticas bogotanas han hecho muy poco para generar confianza en las audiencias. Y es así, porque representan los intereses de aquellos grupos más interesados en desbocar el proceso de paz, que de sacarlo adelante.

La decisión la tomaron pensando en que pudiera resultar positivo para el ambiente interno de los diálogos mantener a la prensa alejada, para evitar presiones y filtraciones de información, pero lo que se ha podido constatar  es que la gran prensa, en especial los noticieros privados de televisión, están más alineados con los intereses políticos de los poderosos conglomerados que los sostienen, que con el mismo proceso de paz.

Con todo y lo anterior, y por un mejor futuro de este país, hay que confiar en que el proceso avance y que la derecha entienda que si bien la paz puede resultar más costosa que la propia guerra, ese es el único camino que queda para acabar con medio siglo de conflicto armado interno. Lástima que Colombia exhiba una sociedad civil fragmentada y ajena a la discusión de asuntos públicos de especial interés, como los que hacen parte de la agenda de negociación.


[1] Reitero que las negociaciones se están dando entre el Gobierno de Santos y no con el Estado colombiano y con la cúpula de las Farc, y no con las Farc como organización monolítica.

[2] Sin duda, las decisiones tomadas por el régimen venezolano se toman cada vez más en y desde  territorio cubano. Y ello se da no sólo por la enfermedad de Chávez y su presencia obligada en la isla, sino por el asesoramiento que recibe de tiempo atrás de los Castro y de los ideólogos del régimen castrista.

[3] Hay que señalar que las Farc que hoy están sentadas en la mesa de diálogo, no han hablado de acabar con la propiedad privada, para pasar al modelo cubano o venezolano.

[4] Vocero de una derecha empresarial amiga de la guerra y de continuar combatiendo a las Farc, hasta buscar su eliminación física.

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