YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 14 de enero de 2013

LAS INCERTIDUMBRES DEL PROCESO DE PAZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Plantear celeridad al proceso de paz que se adelanta entre el Gobierno de Santos y la cúpula de las Farc, esboza no sólo el afán de una administración que se autoproclama como una que ofrece rápidos resultados, sino la falta de consenso y de apoyo social y político que dicho proceso de negociación ha logrado hasta el momento.

A pesar del recibimiento de todo tipo de propuestas de actores de la sociedad civil, el proceso mismo no tiene la fuerza política necesaria por cuanto el Presidente de Santos, desde el principio, decidió mantenerse alejado del proceso y delegó en los voceros del Gobierno lo que política y económicamente considera que puede ser negociable en la mesa de diálogo, eso sí, manteniendo intactos los intereses de militares, empresarios, terratenientes y banqueros.

Si bien la paz es un asunto de Gobierno, Santos no se comprometió, como político y como jefe de Estado, con el país y mucho menos con sus mentores económicos, a lograr la paz a cualquier precio. Su idea de paz pasa por el sometimiento de las Farc a lo que el Estado y en particular el Gobierno de Santos quiera ofrecer y no por el reconocimiento de que históricamente subsiste un perverso régimen de poder que ha logrado privatizar el Estado, hasta someterlo a los caprichos de unas pocas familias. Eso podrá discutirse, pero queda claro que poco o nada se podrá hacer para superar esa condición histórica, que social, económica y políticamente sí cuenta con un amplio consenso.

Hay allí, sin duda, una postura arrogante, lograda a través del despliegue de una política de tierra arrasada que ha dado sus frutos militares y que sin duda, ha significado certeros golpes a las estructuras farianas. Los resultados con evidentes: fractura en la unidad de mando en las Farc, lo que de tiempo atrás garantiza una clara atomización de los intereses y objetivos políticos de varios de sus frentes, que operan como ruedas sueltas.

De esta manera, el incierto proceso de paz camina sobre esa misma arrogancia de los voceros del Gobierno de Santos y sobre la comodidad que evidencia una sociedad que le tiene miedo a un cambio radical en el régimen político, que lleve a Colombia, por ejemplo, por los caminos del socialismo del siglo XXI que hoy recorre Venezuela (1).

Hay que señalar que el positivo ambiente que alcanzó el proceso de paz en los inicios, cambió radicalmente para este 2013, punto de inflexión claramente impuesto por Santos. Hoy, los diálogos de paz exhiben y se están dando en medio de grises nubarrones de incredulidad.

Santos está acosado no sólo por los empresarios, ganaderos, terratenientes, militares y banqueros, sino por la fuerza negativa que aún arrastra Uribe Vélez y la de un agazapado uribismo que curiosamente cuenta aún con el apoyo de los actores económicos y políticos que hoy sostienen al actual gobierno y régimen.

De esta manera, es posible que al proceso de paz le quede poco tiempo en la medida en que no existe un ambiente político propicio para asegurar discusiones profundas, alrededor de lo que realmente debe negociarse, pero sobre todo, de lo que debe cambiar dentro de las maneras como el Estado opera, agenciado por actores de poder mezquinos, que insisten en mantener un Estado débil, incapaz y precario para garantizar bienestar para todos, pero fuerte militarmente para perseguir y asesinar no sólo a  guerrilleros, sino a ciudadanos críticos y disonantes.

La historia oficial dirá que no hubo acuerdos porque la cúpula de las Farc se burló, nuevamente, del Gobierno; pero jamás dirá que el nuevo intento de paz fracasó por cuenta de unos actores y factores de poder cómodos con un régimen político y económico acorde con las lógicas del mercado en la actual etapa de la globalización económica y financiera.

Por ello, la celeridad exigida por el vocero del Gobierno, el ex vicepresidente, Humberto de la Calle Lombana, no es más que una clara advertencia de la real confianza que existe en varios sectores societales en que el proceso de diálogo traerá la paz para Colombia.


(1). Justamente, desde se miedo se tergiversa y se macartiza la idea de un socialismo radicalmente distinto al que se puso en marcha en la antigua URSS y al que hoy agencia Chávez en Venezuela. Rechazo todo régimen que estatice al ciudadano, que controle sus libertades, que suprima a la oposición, a los sindicatos y que elimine la pluralidad política. Nota del autor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Uribito:



¡Buen día!



Considero que has caído en el lugar común de los que creen que la paz es el silencio de los fusiles o el desarme. Creo que Santos le apunta al meollo del asunto: el desarme y, luego las condiciones sustanciales de la paz que, en otras palabras, es el posconflicto. En este punto veo muy ben orientada la discusión de La Habana.



Quien lo creyera, el proceso de Pastrana fue tan ambicioso que por ello fracasó: pretendió todo en uno: desarme y posconflicto (condiciones materiales para la paz) y no lo logró; por esta razón hay que ir por partes y, en este sentido veo con buenos ojos la puesta en marcha del acelerador.



Luis F.

Anónimo dijo...

Volviste,No ?....A joder con tus temas políticos...Santos es un saltamontes,brinca de aquí para allá...El proceso lo delegó para no comprometerse en su eventual fracaso.La soberbia del poder es histórica pues acabar con las Farc es eliminar al adversario que les producido beneficios políticos y mucha riqueza económica...El tema lo tratan con eficiencia como si fuera un problema organizacional...Allí le dejo,mi querido PandeTrigo, los comentarios de Rodrigo..


Rodrigo

Anónimo dijo...

Germán. Buen comienzo de año, después. de unas merecidas vacaciones.En tu reflexión están todos los elementos de la realidad colombiana. Ese es el quid de la cosa. Cualquier otro análisis que se salga de esas variables es solo excusa para seguir en lo mismo, o, más propiamente, justificar el actual estado de cosas. El establecimiento nunca va a reconocer sus errores, ni los intereses que se mueven detrás de sus posiciones. Pero las Farc no son el M19 de finales de los ochenta.
Saludos,
Gilberto