YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 18 de febrero de 2016

MORBO MEDIÁTICO Y SOCIAL: LOS CASOS DE PALOMINO, FERRO Y OTÁLORA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Los recientes escándalos mediático-sexuales en los que estuvieron y están aún  involucrados el entonces Defensor del Pueblo, Armando Otálora[1], el Vice ministro del Interior, Carlos Ferro y el hasta ayer[2] Director de la Policía Nacional, general Rodolfo Palomino, dan cuenta de varios hechos a saber: en primer lugar, del enorme error histórico de esta sociedad occidental al haber sacado del ámbito de lo privado las relaciones sexuales; en segundo lugar, la enorme subvaloración que de la institucionalidad[3] estatal hicieron los tres funcionarios, terminó afectando la credibilidad y la buena imagen de las instituciones en las que laboraban y por supuesto, en la moralidad pública asociada al actuar del Estado; y en tercer lugar, esos casos sirven para poner de presente el poder morboso de un sector de la prensa y de un periodismo que al insistir en elevar al estatus de noticia prácticas y específicas preferencias sexuales, termina dejando por fuera la discusión sobre el uso y el abuso de las relaciones de poder por parte de funcionarios que deberían de ser ejemplo para la sociedad.

Si aceptamos que en los tratamientos periodístico-noticiosos de la prensa es posible entrever cuán enfermos están la sociedad y sus periodistas, entonces podemos señalar con alguna certeza, que los tratamientos periodístico-noticiosos de los casos Otálora, Ferro y Palomino, dejan entrever que un sector del periodismo colombiano sufre de una enfermedad incurable: amarillismo. La exposición pública del video en el que dos hombres (Ferro y un miembro de la Policía Nacional) hablan de sus preferencias sexuales, en el contexto de unas relaciones sexuales al parecer consentidas, resulta a todas luces equivocada e innecesaria.

Hubo, por parte del equipo periodístico, en cabeza de la señora Victoria Eugenia Dávila, una sobrevaloración noticiosa de los hechos y de la situación expuesta en la grabación. No corresponde, en estricto sentido, a un asunto público porque en el video no aparece una denuncia que interese y deba preocupar al grueso de la sociedad.

Si los funcionarios comprometidos usaron su poder para satisfacer sus deseos sexuales y a partir de allí crear una red de proxenetismo, es claro que el video poco aporta para que las audiencias lleguen a concluir que efectivamente hubo abuso del poder.

En cambio, el escándalo sexual que le costó la cabeza a Rodolfo Palomino termina por soslayar el presunto enriquecimiento ilícito del alto oficial, el silencio histórico de la Procuraduría, del Ministerio de la Defensa y hasta del propio Gobierno de Santos, en torno a un asunto público: la corrupción al interior de la Policía Nacional. Hoy las audiencias hablan de las preferencias sexuales de los dos funcionarios, y muy poco del posible enriquecimiento ilícito del General de la República.

Insisto, poco interés mostraron los periodistas en develar que en los casos de Otálora, Ferro y Palomino lo que se podría advertir es un uso y un abuso del poder para satisfacer apetitos sexuales de los personajes en cuestión.

Para el caso de Carlos Ferro hay que señalar que los periodistas que divulgaron el comprometedor video en el que el vice ministro conversa con un miembro de la Policía sobre sus preferencias sexuales, no buscaban aportar a la “investigación” de la Procuraduría, sino enlodar la imagen del funcionario apelando al poder inquisidor que se advierte en una sociedad patriarcal, machista y violenta, en la que aún la homosexualidad y en general, la sexualidad humana, siguen siendo temas tabú, abrigados por una doble moral que los medios masivos usan para mantener las buenas costumbres de una sociedad goda y facha como la colombiana.

A pesar del escándalo sexual, para la inmensa mayoría de colombianos la prensa cumplió con su deber de denunciar las irregularidades (incluye las preferencias y las prácticas sexuales) en las que pudieron incurrir los altos empleados estatales. Pero no hay tal.

Los tratamientos periodístico-noticiosos[4] confirman a la prensa como un poder inquisidor que persigue y castiga la inmoralidad (sexual), al tiempo que valida y legitima el discurso machista y sexista de la publicidad que ayuda al sostenimiento económico de noticieros de televisión y radio.

Así las cosas, flaco favor le hace la prensa a la comprensión de la masculinidad de unos hombres social y culturalmente formados por los parámetros éticos y morales de una sociedad violenta para la cual ser Macho no es una opción, sino una obligación, lo que hace que muchos hombres  deban mantener ocultas sus reales preferencias y gustos sexuales.

Eso sí, con el riesgo latente de que un medio de comunicación, en ejercicio pleno de su carácter amarillista, decida publicar espurias grabaciones con las cuales enlodar la vida familiar de unos hombres que la sociedad los obliga, en razón de sus actividades y cargos, a comportarse en público como heterosexuales, es decir, como Machos cabríos, mientras que en espacios privados (laborales) se arriesgan a vivir como realmente desean hacerlo.

Las audiencias que consumen estos hechos noticiosos con especial interés y avidez, creyendo que se trata de un asunto público, parecen sufrir de una especie de cachondez informativa ante el exagerado gusto por consumir, con mórbida curiosidad, escándalos sexuales como los aquí señalados.

Periodistas y empresas mediáticas insisten en generar opinión pública sobre la base del morbo con el que aún el ser humano piensa y ve las expresiones de cariño y las relaciones sexuales, sean estas entre mujeres, entre hombres o entre Policías, como alguien jocosamente recordó la frase de aquella reina que dijo “…hombre con hombre, mujer con mujer…”.

Adenda: la salida de la señora Dávila del noticiero radial La FM de RCN, se convierte en una oportunidad para que dicho Canal revise sus políticas editoriales y para que los periodistas hagan lo mismo con los valores noticia que aplican cuando deciden convertir en noticia todo lo que de antemano les asegura rating. Lo escabroso, lo espectacular y lo ruin que pueda producir una sociedad no siempre coadyuva al develamiento de la Verdad y a la comprensión por parte de unas audiencias poco capacitadas y formadas para “consumir” los hechos noticiosos. Sin duda, el país reclama otro tipo de periodismo.




Imagen tomada de sillavacia.com


[2] Hoy 17 de febrero de 2016, y ante la presión de las empresas mediáticas, el General Palomino resolvió renunciar a su cargo. Se atornilló en su cargo, a pesar de que las denuncias por acoso laboral y sexual y por enriquecimiento ilícito vienen de tiempo atrás.

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