Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Lo que buscan los gobiernos autoritarios, los populismos de derecha e izquierda, el terrorismo de Estado y el que practican las criminales guerrillas y los paramilitares, es acabar con la política, sometiéndola a los designios de la violencia, del terror y a los límites que el mandatario decida ponerle a su ejercicio público y a las formas dialógicas que hacen posible lo político.
Con el gobierno que recién termina, la política y lo político se redujeron sustancialmente, a partir de la ejecución de una política de seguridad que no sólo persiguió a terroristas, sino a quienes trataran de construir y exigir espacios democráticos.
Justo cuando el nuevo gobierno de Santos abre la posibilidad al diálogo con las Farc, decide pasar la página de los señalamientos que indican que hay farianos en Venezuela, e intenta recomponer la institucionalidad y el equilibrio de poderes, el terrorismo nuevamente asoma con su fuerza intimidatoria para generar terror y miedo entre la población civil y mandar un mensaje claro al nuevo gobierno: no se puede aflojar en la política de seguridad democrática y menos aún, en el discurso autoritario que por ocho años gobernó en Colombia.
La reacción prudente del gobierno y de las propias autoridades de policía ante el execrable atentado terrorista perpetrado al norte de Bogotá, puede obedecer a que se desconoce de verdad de dónde pudo venir el atentado, o a que el mismo Santos sabe que es una acción propia de los enemigos del diálogo, de aquellas fuerzas oscuras que subsisten dentro del Estado, que desean que el talante autoritario se mantenga a toda costa. Es decir, que puede tratarse de un ‘falso positivo’.
En cualquier sentido, con el atentado viene un mensaje claro para el nuevo gobierno, para los medios masivos y en general para la sociedad colombiana: la política, como mecanismo de solución de conflictos y posibilidad de encuentro en la diferencia, debe seguir ocupando el lugar que Uribe le dio en sus dos periodos.
Un reto más para Santos acaba de aparecer en escena con el atentado dinamitero que despertó a la capital del país: o mantiene el talante autoritario al que muchos colombianos se acostumbraron y el que exigen disímiles sectores societales, entre ellos un sector de las fuerzas militares, o por el contrario, decide avanzar en la consolidación de una cultura política que garantice el respeto de las libertades ciudadanas y la armonía entre las instituciones del Estado.
Los war lords que existen en Colombia deben entender que consolidar espacios democráticos no significa que el Estado claudique ante la amenaza que ofrecen los grupos al margen de la ley. Con el atentado de hoy 12 de agosto de 2010, los amigos y amantes del proyecto político que aupó Uribe, saben que se está midiendo el talante de Santos y ellos estarán prestos para demandar la presencia, nuevamente, del Mesías.
Lo que buscan los gobiernos autoritarios, los populismos de derecha e izquierda, el terrorismo de Estado y el que practican las criminales guerrillas y los paramilitares, es acabar con la política, sometiéndola a los designios de la violencia, del terror y a los límites que el mandatario decida ponerle a su ejercicio público y a las formas dialógicas que hacen posible lo político.
Con el gobierno que recién termina, la política y lo político se redujeron sustancialmente, a partir de la ejecución de una política de seguridad que no sólo persiguió a terroristas, sino a quienes trataran de construir y exigir espacios democráticos.
Justo cuando el nuevo gobierno de Santos abre la posibilidad al diálogo con las Farc, decide pasar la página de los señalamientos que indican que hay farianos en Venezuela, e intenta recomponer la institucionalidad y el equilibrio de poderes, el terrorismo nuevamente asoma con su fuerza intimidatoria para generar terror y miedo entre la población civil y mandar un mensaje claro al nuevo gobierno: no se puede aflojar en la política de seguridad democrática y menos aún, en el discurso autoritario que por ocho años gobernó en Colombia.
La reacción prudente del gobierno y de las propias autoridades de policía ante el execrable atentado terrorista perpetrado al norte de Bogotá, puede obedecer a que se desconoce de verdad de dónde pudo venir el atentado, o a que el mismo Santos sabe que es una acción propia de los enemigos del diálogo, de aquellas fuerzas oscuras que subsisten dentro del Estado, que desean que el talante autoritario se mantenga a toda costa. Es decir, que puede tratarse de un ‘falso positivo’.
En cualquier sentido, con el atentado viene un mensaje claro para el nuevo gobierno, para los medios masivos y en general para la sociedad colombiana: la política, como mecanismo de solución de conflictos y posibilidad de encuentro en la diferencia, debe seguir ocupando el lugar que Uribe le dio en sus dos periodos.
Un reto más para Santos acaba de aparecer en escena con el atentado dinamitero que despertó a la capital del país: o mantiene el talante autoritario al que muchos colombianos se acostumbraron y el que exigen disímiles sectores societales, entre ellos un sector de las fuerzas militares, o por el contrario, decide avanzar en la consolidación de una cultura política que garantice el respeto de las libertades ciudadanas y la armonía entre las instituciones del Estado.
Los war lords que existen en Colombia deben entender que consolidar espacios democráticos no significa que el Estado claudique ante la amenaza que ofrecen los grupos al margen de la ley. Con el atentado de hoy 12 de agosto de 2010, los amigos y amantes del proyecto político que aupó Uribe, saben que se está midiendo el talante de Santos y ellos estarán prestos para demandar la presencia, nuevamente, del Mesías.
6 comentarios:
Hola German:
Es una interesante reflexión sobre la situación del nuevo gobierno, pero tengo una curiosidad con un termino en ingles que esta al final del articulo.
ward lord o “war lords”
war lord = señor de la Guerra
Saludos,
Alexander
Hola Germán!
Gracias por compartir tus pensamientos…me identifico contigo, este tipo de atentados es un campanazo para volver a revivir el discurso de la Seguridad Democrática, es un estilo de atentado de los falsos positivos para activar los discursos reaccionarios que consideran que no es necesario buscar salidas políticas al conflicto, salidas dialógicas. Ya los empresarios se pronunciaron, para revivir la línea de la mano dura y frenar cualquier intento de buscar salidas democráticas a nuestra situación.
calopez
German: Gracias y pertinente reflexión.
Saludos,
Hernando
Profesor Germán, encuentro un razonamiento muy interesante en relación a su hipótesis de un posible falso positivo, como un mecanismo de acción de un sector de la sociedad, con un mensaje claro en relación a la idea de ciertos sectores de la sociedad de perpetuar una política de seguridad y de autoritarismo que ha servido a los intereses de ciertas élites políticas de nuestro país (fuerzas armadas, grupos económicos, partidos políticos, entre otros).
Carmen
iNTERESANTE LA HIPÓTESIS
lUIS E
Muy buenos sus últimos artículos, lo felicito.
Fdo.
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