Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En los proyectos políticos de los caudillos aparecen reivindicaciones particulares asociadas a circunstancias familiares, étnicas, partidistas e ideológicas, que van marcando derroteros que no siempre conjugan bien con los objetivos del Estado.
En los proyectos políticos de los caudillos aparecen reivindicaciones particulares asociadas a circunstancias familiares, étnicas, partidistas e ideológicas, que van marcando derroteros que no siempre conjugan bien con los objetivos del Estado.
Los casos de Chávez y Uribe representan dos tipos de reivindicaciones caudillistas con las cuales, uno y otro, de distintas formas, exhibieron ese talante que les permitió negar la política y lo político, imponiendo sus ideas, sus sueños, motivaciones y por supuesto, sus frustraciones.
Del lado del Presidente venezolano hay que decir que él recoge las angustias, los problemas de subsistencia y la exclusión de los mestizos, de los indígenas, circunstancias culturales y étnicas, desde donde Chávez toma revancha de las elites tradicionales que negaron y niegan aún su existencia, para intentar desmontar el imaginario colectivo que naturaliza la incapacidad de un mestizo o de un indígena para llevar los destinos de un Estado y de una nación.
Lo indígena, lo afro, lo campesino y lo mestizo juegan un papel preponderante en la política tanto de Venezuela como en la de Colombia, en el sentido en que son circunstancias y lugares culturales negados para que sus representantes lleguen a ocupar la Presidencia y otros cargos públicos. Diría que en América Latina es un asunto que desvela a las élites tradicionales, en tanto compromete el poder acumulado históricamente y que va más allá de la ocupación de un cargo público, pues se trata de un asunto de natural supremacía.
Chávez gobierna desde el malestar que genera su condición de mestizo, de hombre no blanco, no educado, no formado e incluso, desde un valor estético que las elites se encargan de exhibir, con la ayuda de los medios de comunicación, especialmente aquellas publicaciones y programas que le rinden culto a esas prácticas culturales eurocentristas.
Por eso quizás Hugo Rafael Chávez Frías genera simpatías en amplios sectores sociales (pobres), porque el llegar a la Presidencia se reconoce como un logro máximo, jamás alcanzado por quien ostenta una condición física, étnica y cultural calificada como inferior o indeseable.
Para el caso de Uribe Vélez, su reivindicación está asociada al empresario-campesino montaraz, grosero, folclórico, con tintes fuertes de gamonalismo. La fortaleza física, discursiva y la capacidad retadora pueden alcanzar niveles insospechados, que lo hicieron ver en varios pasajes como un hombre recio. El episodio que mejor ilustra este hecho es la grabación en la que se oye a Uribe discutiendo con un personaje conocido como alias la Mechuda, en la que el entonces mandatario colombiano le grita: “y que estoy muy verraco y donde lo vea, le voy a dar en la cara marica”.
Cuando caudillos como Chávez y Uribe logran alojar en los imaginarios colectivos e individuales que sus reivindicaciones son posibles de alcanzar, apelando a disímiles estratagemas, las elites tradicionales pueden optar por apoyar a regañadientes al ‘líder emergente’, mientras que no ponga en riesgo sus intereses. Ese fue el caso que se vivió con Uribe en Colombia, pues en sus ocho años de gobierno, trabajó en beneficio de las élites que apoyaron su aventura reeleccionista, sin que ello implicara una total aceptación de su persona y su talante por parte de las elites, especialmente la bogotana.
En Venezuela un alto porcentaje de las élites tradicionales decidió confrontar al etno usurpador, que por su propia cuenta y por la acción mediática, representa hoy la ineficacia, la incapacidad y hasta la inferioridad que de manera natural se asocia a quienes étnicamente son reconocidos como indígenas, afros o mestizos.
Hay valores estéticos que en política resultan más importantes que la ética y los buenos propósitos de un mandatario. El origen étnico, la imagen proyectada, la presencia, la elegancia y la prestancia son valores a los que apela una nación o unas naciones que históricamente han sido incapaces de reconocerse en su diversidad y pluralidad.
Los proyectos políticos emergentes, es decir, aquellos distanciados cultural, ideológica y étnicamente de las élites tradicionales, tienen tres caminos a seguir: el primero, gobernar sin que las reclamaciones o reivindicaciones hagan parte fundamental del actuar político y se exhiban de manera cotidiana, polarizando y exacerbando conflictos de clase; el segundo, convocar a miembros de las élites no sólo para generar sinergias, sino para aprender a manejar los asuntos del Estado; y tercero, formar cuadros, pensando en un proyecto político de largo plazo.
Por cuenta de reducir la política y lo político a sus aspiraciones y pretensiones, Chávez ayudará a reafirmar el imaginario aquel que las élites se han encargado de reproducir: la natural incapacidad y la indeseabilidad de aquellos étnica y estéticamente señalados como diferentes e indeseables.
Y aunque Uribe trajo sus propias pretensiones y reivindicaciones, el haber favorecido a las élites económicamente hace que el resultado de su paso por la Presidencia no sea igual al planteado para el caso de Chávez. De todas maneras su origen y el mantenerse alejado de los clubes sociales y de los cócteles de la rancia elite bogotana, fue siempre una molestia. Muy seguramente esas mismas élites se cuidarán de permitir que llegue a la Presidencia alguien que no represente su clase, distinción, prestancia y claro, sus intereses.
Nota: el concepto de Proyectos Políticos Emergentes sirve para explicar fenómenos políticos acaecidos en la gobernación del Valle (gobierno de Abadía) y en la alcaldía de Cali (administraciones de Apolinar Salcedo, John Maro Rodríguez y de Jorge Iván Ospina). Ante la pérdida de legitmidad y liderazgo de las élites tradicionales del Valle y de la ciudad de Cali, aparecen proyectos emergentes que al igual que los representantes de las élites, apelan al clientelismo y a prácticas politiqueras, para afianzarse en el poder.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario